Imaginad la literatura francesa. No la actual, la de otro siglo, la de otra época que es, más o menos, en la que se han basado otros muchos para escribir hoy en día. Después, pensad en todos esos escritores de los que creéis conocer algún que otro detalle, incluso de los que habréis leído alguna que otra obra, o incluso nombres que puede que no os suenen de nada pero que, de oídas, es lo que se utiliza para quedar como si realmente supiéramos. Más adelante, cuando en una conversación, en cualquier diálogo entre posibles advenedizos que crean saber de lo que están hablando, observad a cuántos de ellos hacen referencia y, si es posible, observad la mueca que hacen a la hora de recordarlos. Dependiendo de la inclinación de la boca sabréis si es cierto lo que cuentan o se lo están inventando. ¿Cómo hacerlo?, os preguntaréis. Sencillo y rápido: abrid La comedia literaria y observad, como si de una novela gráfica se tratase, las andanzas de la literatura francesa a través de las viñetas y de sus máximos exponentes. Es muy posible que, después de leída, uno se dé cuenta de lo analfabeto que es en esta materia, pero al menos la clase de Historia se la llevará a casa y, además, se habrá divertido. Yo a veces no le pido más a la vida, pero es que yo tienda a ser a veces un poco frívolo. No me tengáis, a veces, muy en cuenta.
Acerquémonos al recorrido por la literatura francesa desde la Edad Media hasta el siglo XX. Un viaje por las obras y los autores más conocidos y por los entresijos de cómo sus textos permanecen a pesar de las nuevas generaciones.
Yo lo reconozco: soy poco entendido en literatura francesa. Los clásicos me llaman, pero siempre lo hacen desde las estanterías con una especie de susurro y, al final, tiendo a caer en otro tipo de lecturas. ¿En qué me convierte eso?, me pregunto siempre. Y como suele suceder cuando este interrogante se aposenta en mi cabeza, la respuesta es sencilla: sólo soy un lector más en este entramado lleno de letras y signos de puntuación. La comedia literaria hace honor a su nombre por un motivo en concreto: presentar la literatura francesa, ese tema que muchos de los snobs que pueblan estos parajes utilizan como una moneda de cambio para hacernos ver cuán letrados son, como entretenimiento. Catherine Meurisse, en sus agradecimientos, hace mención a que le dieron “carta blanca” para hacer lo que quiso en esta novela gráfica, y precisamente ese aspecto es lo que se agradece en un libro que podría haberse visto enfangado por esa necesidad actual de quedar por encima. Estamos ante entretenimiento, y esa es la palabra que sobrevolará durante todas las épocas que aparecen en este libro. Pero además estamos ante aprendizaje, ante un libro que nos permite meternos el gusano de la apetencia, ante esa manzana del deseo por meternos de lleno en algunos clásicos. Porque ya lo dije al principio: no soy lector ávido de clásicos, pero reconozco cuando algo hace que me acerque a ellos.
Catherine Meurisse ha sabido comprender, a la perfección, qué es lo que hay que hacer para acercar algo tan sacrosanto como la literatura francesa al gran público. Y sí, soy consciente de que una novela gráfica sobre este tema quizás no sea lo que muchos de los lectores que se pasen por esta reseña quieren, pero perderse La comedia literaria sería un error. No sólo porque, como ya he dicho, el entretenimiento sea la norma en esta adaptación de una época de la historia de la literatura, sino porque no hay nada mejor que tratar con la ironía necesaria todo aquello que yo tanto odio en esto del mundo literario: creerse superior sólo por el hecho de leer a algunos clásicos. Ser lector, muchas veces, te mete de lleno en una espiral de la que es difícil salir. Quizás sean necesarios libros como éste para dejar a un lado los prejuicios, nuestros propios prejuicios, y adentrarnos en un mundo de clásicos – y no tan clásicos – para entender lo que puede depararnos, siempre, la literatura.