La condesa sangrienta, de Alejandra Pizarnik
La figura de Erzébet Báthory crea pasiones y detractores por igual. Yo, aunque pueda parecer ilógico, me encuentro entre aquellos que, recopilando información sobre los crímenes que cometió en el siglo XVII, siguen sobrecogiéndose, leyendo los diarios, las ficciones, aquellos relatos que se escriben sobre la persona y, en otras ocasiones, el personaje, con una avidez propia de un historiador escrupuloso que quiere desentrañar el alma humana a través de los textos. Porque esta mujer, denominada “La condesa sangrienta” asesinó a más de seiscientas jóvenes, se la considera una de las más brutales asesinas de toda la historia y, como todo aquello que intenta permanecer en la oscuridad, sin que se sepa, intentando olvidar, creo un efecto rebote de interés, de una especie de admiración malsana ya que, no hay que olvidarlo, aquello que tanto tememos muchas veces es lo que más nos llama la atención.
Este no es un libro común. Es un joya que, acompañada con las ilustraciones de Santiago Caruso y con los textos de Alejandra Pizarnik nos lleva de camino por la vida de la condesa Bathory, de sus crímenes, de sus obsesiones, y del miedo, el terror, ese escalofrío que a todos recorre alguna vez en nuestra vida cuando algo que supera nuestra propia lógica, sobrepasa los límites de nuestra realidad.
Hablar de “La condesa sangrienta” es hablar del horror. Pero a pesar de lo que pueda suponer contarlo, narrarlo, sentirlo, este libro lo hace con una exquisitez que pocas veces he podido observar. Ya he dicho al principio de la reseña, que la historia de Erzébet Báthory crea en mí un magnetismo único, uno de esos sentimientos que es difícil encontrar en los personajes de hoy en día. No hay razón aparente, e incluso si se piensa detenidamente, debería ser uno de esos personajes de los que intentar distanciarte. Pero son libros como el de Alejandra Pizarnik que tan bellamente han editado Libros del zorro rojo los que hacen que, una vez más, sin pretenderlo, solamente sintiendo que tu corazón se acelera y que a tus pulmones les falta parte del aire necesario para respirar, te arrastran por el tiempo hasta aquellos parajes del siglo XVII en los que una mujer, una persona que puede ser como tú y como yo, arrancó la vida a jóvenes que estaban en la plenitud de la vida por el simple hecho de disfrutar con su sufrimiento. ¿Qué hay de hipnótico en este tipo de personajes que, en la literatura, crean un público tan grande? Los asesinos en serie actuales tienen una bibliografía detrás apasionante, digna de estudio y reflexión. ¿Por qué no tenerlo los que existieron en un pasado que ya ha quedado atrás? Por ello, desde que calló en mis manos “La condesa sangrienta” no he podido dejar de reunir información, de leer todo lo que he podido sobre la vida de esta sangrienta mujer que imaginó un mundo de depravación y sadismo, y lo llevó a cabo sin preocuparse de las consecuencias.
El dolor, el terror, la oscuridad, la sangre, la tortura. Son palabras relacionadas íntimamente con Erzébet Báthory y no ha habido, salvo una excepción de la que os hablaré más adelante, un libro que pudiera recoger una realidad tan fiel como el de Alejandra Pizarnik. No se trata de fijarnos en el horror, no se trata de que nos convirtamos en cómplices de las atrocidades. Simplemente nos convertiremos, gracias a “La condesa sangrienta” de ser espectadores de lo que sucedió, lo que aconteció tras los muros de un castillo teñidos del rojo carmesí y los gritos que se escapaban entre las rendijas.
Porque, como el amor y el deseo, el odio y el castigo forman parte de la naturaleza humana. Así que, si parece que nos sentimos atrapados por sentimientos positivos, ¿por qué no podemos fijarnos en lo oscuro, en ese reverso tenebroso que, no lo olvidemos, todos tenemos escondido en nuestro interior?