Yo no soy escritora como habréis notado ya. Solo soy una lectora empedernida que intento humildemente explicar las sensaciones que me han transmitido los libros que caen en mis manos. No tengo ninguna autoridad para decir que algo está bien escrito o no. Solo tengo mucha página leída y un gran respeto por los escritores y por su arte con la escritura. Porque escribir es eso: un arte. El arte nos enriquece el alma y el espíritu, es un alimento esencial para nuestro mundo interior. En estos tiempos revueltos, de crisis, el arte puede ser un escape, un viento refrescante, una reconciliación con el mundo. La belleza sigue ahí, en una pintura, en una melodía, en unas páginas.
En una entrevista a Pilar Ruiz, con motivo de su primera novela El corazón del caimán, nos contaba que lo que da juego en una novela no es el argumento, sino más bien la mirada del autor. Estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación: puedes tener la mejor historia del mundo, pero como no la sepas contar, es una pérdida de tiempo y de papel. Ese es el trabajo de artesano del escritor, esa es la diferencia entre una novela entretenida y con una historia que enganche pero solo correcta en su redacción y otra que solo con un hilo, nos describe un tapiz maravilloso.
Me ha pasado con algunos libros, que da igual lo que cuenten, es el cómo lo cuentan, cómo trabajan la narración de forma artística, cómo utilizan la prosa como auténtica poesía. Todo esto hace que el hecho mismo de leer sea un placer.
Pues bien, La danza de la serpiente tiene todo ese arte y además cuenta una parte de nuestra historia muy interesante. No es una novela histórica al uso, ya que no transcurre durante una época sino durante un solo verano, el de 1914, cuando está Europa revuelta por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Santander es el lugar de moda de las clases altas de la época, incluido el rey, para pasar los veranos. Allí llega Julia Doncel, una joven feminista con la misión de conseguir que las mujeres puedan votar y Rafael, un jovencísimo e inexperto anarquista andaluz con una misión todavía más arriesgada. No se conocen, pero sus vidas se tocan y sus propósitos se tuercen, porque se mezclan con un grupo de artistas. Todo parece superficial con ellos: sexo, drogas y cabaret. Pero es engañoso, porque por ahí mezclada está una historia de espionaje y contraespionaje. Alemanes e ingleses utilizan la costa cántabra como base.
Aunque estos dos personajes podrían considerarse los protagonistas porque con ellos empieza la novela, es una historia coral. Tienen tanta importancia en la trama otros que podrían parecer secundarios en un primer momento. El escritor Álvaro Retana que no es tan simple como aparenta y que para mí es uno de los más interesantes. La diva Tórtola Valencia con un pasado no tan divino. Un marqués que no solo se dedica a las mujeres y a vivir bien. Además entramos en la casa de Benito Pérez Galdós, que tiene como invitado a Ramón del Valle-Inclán.
Todo esto con visitas a la playa para baños de ola que los recomiendan los médicos o descubriendo el placer de un helado. Mientras unos trabajan y otros disfrutan. Mientras unos se enamoran y otros confabulan. Unos investigan y otros enredan. No hay una trama única sino varios hilos que se encuentran en ciertos momentos, formando ese tapiz del que os hablaba. Teatro, danza y cabaret. Amor y asesinatos. Lucha de clases. La idea de la revolución. Nos muestra la desigualdad entre clases y entre sexos así como la corrupción de los poderosos. Por cierto, lo de llevarse los dineros a Suiza, ya se estilaba en la época.
Al principio me costó un poquito leerlo, porque las primeras páginas ya son toda una declaración de intenciones y no me lo esperaba. Pilar Ruíz ha hecho un trabajo grandísimo de redacción, ha hecho arte con las palabras y la lengua, precioso. Utiliza vocabulario de la época y adapta el lenguaje al personaje. En algunos florido y en otros bruto. Irónicos y sarcásticos los artistas. Sinceros y simples los criados.
Un gran libro de una gran escritora, totalmente recomendable. Tengo que buscar su primer libro, que se me escapó.