Reseña del libro “La desaparición de Adèle Bedeau”, de Graeme Macrae Burnet
Después de la espléndida y perturbadora Un plan sangriento, llega a nosotros la primera novela de Graeme Macrae Burnet, La desaparición de Adèle Bedeau, publicada un año antes. Los rescates de primeras novelas cuando sus autores y autoras han tenido un grandísimo éxito suelen ser un fracaso de dimensiones parecidas, al menos en cuanto a la calidad literaria. Si bien hay quienes clavan sus mejores novelas a la primera (a la primera publicada al menos), también hay que ser coherentes y conceder que la práctica hace al maestro, y se domina mejor el arte de la intriga cuando se llevan al menos uno o dos disparos al palo.
Sin embargo, el hecho de que la apuesta viniera de Impedimenta y la sensación de que Un plan sangriento (muy buena, repito) no había tenido tanto éxito como para que la gente asaltara las librerías en busca de cualquier otra mierda que llevara el nombre de su autor me hizo pensar en la otra razón fundamental para uno de estos ejercicios de regreso al futuro: era realmente buena y por una razón o por otra nadie se había dado cuenta por estos lares.
Puedo adelantar que a mí sí me lo ha parecido, y al mismo tiempo afirmar que sus diferencias con la anterior/posterior son profundas y que para mi gusto no termina de llegar al nivel de Un plan sangriento. Hay en La desaparición de Adèle Bedeau un toque a noir clásico, a la Simenon como dice la cuarta de cubierta, de entrada nada experimental, como sí anunciaba su otra novela. Esta no ofrece al lector más que la condición de espectador, y de hecho un espectador al que se lleva cogido de la mano por la trama, sin muchas complicaciones: desaparece una joven camarera y rápidamente se nos ofrece un sospechoso claro, un cliente con un pasado de niño inadaptado y un comportamiento errático (Manfred Baumann), del que además se nos cuenta un oscuro secreto. Enfrentado a él, a continuación aparece el inspector Gorski, que entra tanto en el arquetipo que incluso viene atormentado por un caso sin resolver en los primeros años de su carrera. Las descripciones son profusas, las escenas se desarrollan con morosidad, y así consigue Macrae Burnet un retrato perfecto del ambiente opresivo, de ciudad pequeña, en el que se desarrolla la trama. Todo es pesado sin ser aburrido, todo transcurre a la velocidad a la que suponemos, o recordamos, que pasaban las cosas antes. ¿Antes de cuándo? No queda claro, y esta ambigüedad es un gran logro en la novela, que podía haber estado ambientada en los sesenta igual que en los ochenta. Aunque el mayor acierto, sin duda, es mantener al lector con la impresión constante de estar en territorio conocido y a la vez alerta, desconcertado, sin saber muy bien lo que tiene entre manos. Exactamente la misma sensación que tiene Gorski en su investigación y el propio Baumann acerca de lo que está ocurriendo.
Tengo que decir que la resolución decae y que el epílogo, tal y como aparece presentada la novela, resulta innecesario. En cualquier caso, La desaparición de Adèle Bedeau es una intriga psicológica de altura, un juego de espejos entre dos personajes principales muy bien construidos, cercanos, mundanos pero no vulgares. Un libro atemporal, sin costuras, al que no se puede negar una calidad por encima de la media. Y un refugio claro para quienes desesperan ante las novelas negras modernas, tan fulgurantes, y desean una más reposada y rica en detalles.