A veces no queremos comprender lo que no entendemos. Podríamos hacer un esfuerzo para cambiar nuestra mente y empezar a destapar todas las tinieblas que vemos cuando pensamos en algo a lo que no estamos acostumbrados. No es que no sepamos entender; es que no queremos. Y así suelen empezar todas las guerras. Las guerras comienzan cuando alguien no entiende algo y decide ponerle fin de la manera más radical posible: con la fuerza. Algo así pasa en el mundo de los Plateados y de los Rojos. Las dos clases sociales, tan diferentes y tan separadas, no consiguen entenderse entre ellas. Los Plateados siempre se han creído mejores y los Rojos se han dejado manipular. Pero han dicho basta. Hasta aquí hemos llegado.
La espada de cristal es la segunda parte de La reina roja. Comienza exactamente en el instante en que la primera parte termina. Me explico: hay segundas partes que comienzan años después. Puede que hayan pasado décadas o que incluso la historia no transcurra en el mismo sitio que el que ya conocíamos. En cambio, en este caso, cuando comienzas la segunda parte sigues leyendo la misma acción que se quedó cortada en la primera. Por este motivo, entre otros, estaba yo deseando continuar con la historia. Solo tenéis que pensar lo frustrante que es que te dejen con una trama sin acabar para que os hagáis una idea de lo difícil que es que te dejen en mitad de una acción. ¡De una acción!
Así que cuando La espada de cristal llegó a mi casa no pude hacer más que encerrarme en mi cuarto hasta que lo terminé. Las redes sociales decían que iba a ser uno de los mejores lanzamientos de literatura juvenil de este año y todos los que nos enamoramos de la primera parte estábamos como locos por saber cómo continuaban las andanzas de Mare Barrow, la protagonista, aquella chica Roja que tuvo la capacidad de infiltrarse entre los Plateados y levantar una auténtica rebelión desde dentro. Como ya os he dicho, esta es una segunda parte, así que si no habéis leído la primera os aconsejo que dejéis ahora mismo de leer esta reseña, porque no quiero aguaros una de las mejores historias de los últimos tiempos. Digo esto porque en la segunda parte ya sabemos que Mare tiene poderes que solo los Plateados tienen, y es por ello que la conocen como “la chica relámpago”. Esto no es que sea de agrado para los Plateados, ya que si algunos Rojos también tienen poderes como ellos, la excusa para ser superiores se deshace como un cubito de hielo en el fondo de un vaso. Pero Mare no es la única Roja que tiene poderes y eso a Maven, el nuevo rey Plateado que fue capaz de matar a su padre para ocupar su puesto, no le hace ninguna gracia. Existe una lista que contiene el nombre de todos los Rojos que tienen poderes. Mare la tiene. Pero Maven, también. Comenzará una carrera frenética para ver quién llega antes a esos Rojos. Así que la acción y la adrenalina están servidas.
En la reseña del libro anterior hablaba de un triángulo amoroso y de que yo no sabía con cuál de los dos me hubiera quedado de ser Mare. Pero lo cierto es que al final se descubre que uno de esos dos es Maven, el malvado Plateado sin miramientos ni corazón, por lo que Mare lo tiene bastante fácil a la hora de elegir. El otro factor de la ecuación es Cal, que a pesar de lo que pueda parecer en la primera parte, intentará ayudar a Mare en todo lo posible. Sin importar que sea Plateado. Incluso sin importar que sea el hermano de Maven.
Ya lo veis, Victoria Aveyard continúa con esta historia de la única manera que podía hacerlo: dándonos un ritmo trepidante y que no decae. Sin deslizarse en la tentación de rellenar con capítulos lentos hasta volver a un nuevo desenlace. Desenlace que otra vez vuelve a ser de los que te dejan con la boca abierta y con ganas de marcar en el calendario la fecha de la siguiente parte. Pero no se sabe cuándo saldrá a la venta esta tercera parte de la saga —si mal no recuerdo, va a estar compuesta por cuatro tomos—, probablemente sea a finales del año que viene, así que me quedaré esperando (impacientemente, por supuesto) para saber si la lucha de los Rojos por conseguir la igualdad va a parar a buen puerto.