Antes de irme a vivir sola, mi habitación siempre era un caos. No recogía la ropa limpia, la sucia se quedaba encima de una silla, aparecían calcetines desparejados entre las sábanas, mis apuntes de Filosofía se mezclaban con los de Griego y podían aparecer decenas de latas de Coca-cola entre todos los trastos de mi habitación. No me di cuenta de la horrible situación en la que vivía día a día hasta que me independicé. Llegó un día en el que no me quedaban camisetas limpias, la montaña de ropa para planchar era más alta que yo y cuando llegaba el fin de semana me pasaba horas organizando los apuntes que tendría que haber clasificado y pasado a limpio durante la semana. Aquello no podía seguir así, así que tuve que plantarle cara al desorden. No es que creara un método para tener la casa recogida, pero básicamente me impuse una regla: deja todo en su sitio. Así de fácil. Si hay una camiseta sucia, a la lavadora. Si hay un papel por el escritorio, a la carpeta de la asignatura correspondiente. Y así con todo. Si antes era desordenada, ahora soy ordenada de más (pero de más, de más). Será que soy yo muy extremista. También me ayudó bastante crearme un horario, para que no se me pasaran las horas muertas y pudiera invertir mi tiempo de una manera más eficiente; pero ese es otro tema.
Por aquel entonces me hubiera venido genial el método de Marie Kondo, conocido como el método KonMari. Yo no lo conocí hasta hace un año. Sinceramente no había leído el libro que sacó hace un tiempo, llamado La magia del orden, pero sí que busqué su resumen en Internet, aprendiéndome de memoria algunos tips que me ayudaron a reorganizar mi vida. Vivo en una casa de pueblo, con demasiados rincones y espacios que te piden a gritos que llenes con cosas inservibles, así que el tip que más a rajatabla llevé fue el de “si una cosa no te hace feliz, despídete de ella, dale las gracias por el servicio que te ha dado y tírala” —aviso a navegantes: he dicho “tírala”. No “regálasela a tu vecino o a tu tía porque seguro que lo quiere y si no ya lo tirará”. No vayamos por ahí regalando nuestra propia basura—. Empecé por la ropa (ahora, leyendo La felicidad después del orden, que es una guía práctica e ilustrada del libro del que os hablaba, me he enterado de que es el inicio perfecto. Porque no os penséis, para reorganizar nuestra vida, también tenemos que seguir un orden preestablecido). Puse toda mi ropa encima de la cama y empecé a seleccionar aquello que no me hacía feliz (véase: esos pantalones que por mucho que me proponga adelgazar no me van a caber, esa camiseta rota que la guardo porque un día que me la puse me lo pasé genial, ese pareo que no me he puesto en la vida…) y, sorprendentemente, me deshice de bolsas y bolsas de ropa vieja e inservible que ni siquiera sabía que tenía. Así de fácil. Sin remordimientos.
La felicidad después del orden va un paso más allá. Nos enseña cómo debemos colocar las cosas para que seamos felices. Cómo doblar la ropa, por ejemplo. Yo antes colocaba todas las camisetas una encima de otra y cuando abría el cajón solo veía la que estaba arriba del todo, creando la sensación de “no tengo nada que ponerme”. Ahora, siguiendo el método de Marie Kondo, parece que mi armario se ha multiplicado por tres, por lo que mi propio vestuario y mi monedero me lo agradecen a diario.
Este libro es un arma de doble filo: está muy bien porque te enseña a ser ordenado y a vivir siempre con ese modo de vida, pero por otra parte el método propuesto implica reorganizar TODA la casa. Entera. Así que si de verdad quieres implicarte en el proyecto, tendrás que invertir muchas horas para que todo esté en su sitio. Marie Kondo nos promete que, si seguimos lo que propone al pie de la letra, viviremos una vida plena y feliz. Siempre me ha llamado la atención lo místicos que son los japoneses (cuando os decía que había que despedirse de las cosas, era en sentido literal) y parece que no les va nada mal. Me ha hecho gracia que incluso dice que, si estás buscando una nueva casa donde vivir, es necesario que reordenes la que vives, porque así la casa nueva se sentirá atraída por ese orden. No sé, también inventaron el shushi y fijaos que éxito.
Así que si necesitáis un cambio en vuestra vida, La felicidad después del orden puede ser un buen comienzo. No sé si esta recomendación es válida si quien la hace es una obsesa del orden… pero yo estoy pensando en regalárselo a unos cuantos de mis allegados. Al fin y al cabo, dicen que todo en esta vida se pega menos la hermosura.
Hola Ana, muchisimas gracias por tan excelente reseña de este libro—un libro muy interesante en realidad. Me da gusto que tu lo encontraste como ayuda a tu propia condición. Eso–creo yo–en mi humilde opinión–que es clave para que nos guste un libro–o en este caso, una idea. Si logramos “conectar” con lo que el autor nos describe–existe esa diferenia tremenda en si nos va a gustar la lectura de este libro–o no. Espero mas gente lo lea y logren beneficiarse de su lectura y si son valerosos como tu–de las practicas que este libro recomienda. Yo, personalmente–todavia batallo deshaciendome de mis chucherias—tengo la mala costumbre de guarder todo…..aun cuando no tengo espacio disponible. Necesito re-leer este libro otra vez–pero aún mas–necesito practicarlo.
¡Muchas gracias por tu comentario, Óscar! Es cierto lo que dices, hay que encontrar el momento adecuado para cada libro. Yo lo encontré y pude disfrutar de este sin ningún problema. Además es un libro que hay que releer con el tiempo, porque las cosas se nos van olvidando… Yo creo que lo pondré en práctica una vez al año (como la famosa “limpieza de primavera” de los americanos)