Si tuviese que hacer una lista con mis series españolas preferidas, estoy seguro de que en el top 10, posiblemente cerquita del podio, se encontraría Camera Café. Fuimos muchos los que nos vimos seducidos allá por 2005 por las píldoras de humor que se nos ofrecían desde aquella cafetera tan transitada por los trabajadores de una oficina. El secreto de su éxito —se mantuvo en antena durante cuatro años, con una cuota de pantalla más que respetable— por encima de sus divertidas tramas estuvo, para mí, en lo bien que recogían los personajes algunos de los estereotipos más típicos de toda empresa, aunque llevados al extremo de la caricatura. Así, no faltaba el graciosillo que peca la mayoría de las veces de pesado, el jefe enfadado con el mundo, la compañera excesivamente aburrida y responsable, el que sólo piensa en escaquearse del trabajo a la primera de cambio, aquel que se entera antes que nadie de todo lo que ocurre en la empresa… Era muy fácil si no identificar, sí al menos asociar algunas de estas personalidades con gente con la que nos ha tocado trabajar a lo largo de nuestras vidas.
La oficina de Monsalves, la empresa ficticia de limpieza y detergentes en la que Daniel Ruiz sitúa el núcleo de su última novela, La gran ola, es muy diferente a la de la ya extinta serie de televisión, aunque también mucho más creíble. En sus páginas, el autor sevillano da voz a personajes infelices y nostálgicos por los viejos tiempos, por los días en los que se sentían cómodos en su pellejo y en la que madrugar cada mañana tenía un significado mucho más profundo que el de poder cobrar la nómina al final del mes. No obstante, cada uno a su manera, ellos continúan combatiendo los temporales que les afligen con la imborrable esperanza de que, de aquí a un tiempo, todo pueda ser lo más parecido a aquella época en la que eran alguien.
No falta tampoco la lucha de clases en este trabajo, el eterno conflicto —que en esta época que vivimos las élites han logrado amansar como nunca antes— que el autor expone con fiereza en boca de algunos de sus personajes, que manifiestan repetidamente un fuerte resentimiento hacia aquellos que sólo han notado la crisis económica en la bajada de los precios de los pisos.
También me parece reseñable la forma en la que Ruiz ha logrado recoger el espíritu de la empresa familiar que busca no quedarse atrás en el mercado moderno: la alargada sombra de los padres de los actuales propietarios, el irracional interés por el coaching y los MBA (que pronto ofrecerán en los kioscos por fascículos), las tensas relaciones entre personas que no se soportan y tienen que pasar ocho horas al día espalda contra espalda…
Daniel Ruiz ha sido todo un descubrimiento. Un escritor que cuenta ya con unas cuantas novelas a sus espaldas y que en esta última, ganadora del Premio Tusquets Editores de Novela, me ha enganchado fuertemente con unos personajes tan oscuros como realistas, tan complejos como atractivos, que se aferran a sus vías de escape —la mayoría de ellas inmorales o directamente ilegales— para seguir resistiendo en el mundo imperfecto y despiadado en el que les ha tocado vivir.