Tengo que reconocer que este libro y yo empezamos mal. Escrito entre Antonia Freile y Rafael Simarro, La letra que somos se presenta con un prólogo de cada uno pero en el que ambos atacan a una nueva generación – la mía – que está cegada – dicen – por la tecnología, por la falta de interés hacia lo que es “bueno”, que se ha olvidado del sentimiento y la belleza de la “verdadera” poesía para darse a otros tipos de composiciones que no lo son. No me considero nadie importante como para decir qué es o qué no es la poesía, pero por lo menos puedo decir que soy joven. Tengo 25 años, he crecido con la tecnología, y sí, he leído este libro. Por eso no estoy de acuerdo con lo que dicen. Además, si no fuera por mi ordenador, nunca hubiera sabido de la existencia de este poemario, ni de muchas otras cosas más. Con lo cual, gracias, tecnología.
Así que luchando por desquitarme de los temibles prejuicios que me estaban empapando tras esas primeras páginas, seguí leyendo. Menos mal, porque en el agua de la poesía todo pesa menos y es más fácil limpiarse de pensamientos demoníacos. La letra que somos es un poemario que consta de seis partes además de los prólogos. No todo son poemas pero sí todo es poesía. Me explico: encontramos relatos, prosa, pero siempre con un toque poético característico de estos dos autores. La mayor parte de los poemas que encontramos buscan seguir la estela de la tradición marcada por aquello que muchos ven como el canon poético. Tenemos sonetos, tenemos rima asonante, cantidad de figuras retóricas, tropos, etc. Es decir, una mina para los amantes de esa poesía marcada, fija, bien estructurada que nos ha acompañado durante tantos siglos. Es cierto que en los últimos años se ha intentado romper con todo ello y ya no se busca tanto la rima como el ritmo, no se persigue tanto una estructura fija sino una innovación que provoque sorpresa en el lector en forma de sonrisa. Son etapas, cuando todo brilla afuera, las artes buscan reflejar esa sintonía en sus formas; cuando todo tiembla, las artes también y encontramos movimientos que buscan romper con todo, reflejar el sentimiento de una sociedad que no se siente cómoda en el lugar que le corresponde.
En la Letra que somos, no. Entramos en el mundo de la poesía renacentista en que todo es armónico y siempre se va en busca – a pesar de todo – de la belleza. Empezamos por la soledad y el silencio, seguimos por una lluvia convertida a base de metáforas en un disfraz de mucho más, pasamos a la investigación del poeta en sí mismo y con el entorno y acabamos con el mar, un mar, al igual que la lluvia, disfrazado por la metáfora. Cuatro capítulos que vienen seguidos por homenajes a Gaudí, a Garcilaso y a Gabriela Mistral. Para acabar, dos relatos en los que los autores conectan a través del mismo título y buscan hacer nacer de él dos historias distintas.
Y es que esa conexión es una de las claves de La letra que somos – que al final, tengo que decirlo, me ha dado más alegrías de lo que esperaba en un principio tras leer esos prólogos –. Mismos títulos para poemas de uno u otro, mismas temáticas, mismos personajes, léxico o incluso fragmentos idénticos para formar una cadena poética que, como bien leemos en la portada, busca ir más allá del poema. Y es que, al fin y al cabo, para los amantes de la poesía, ¿dónde acaba el poema y dónde empieza la realidad?
Sin duda este poemario, único e innovador por como ha sido realizado, me sigue transmitiendo tantas sensaciones a las que me tienes acostumbrada Antonia Freile, con la agradable sorpresa de esos poemas escritos entre Rafael Simarro y tú donde a veces no sé bien si son tus palabras o las suyas porque todas se funden sutilmente en un solo poema… Una verdadera maravilla de libro que me sigue envolviendo con tan preciada poesía, donde cada tema elegido está lleno de vida desde cada uno de vuestros puntos de vista. Mi más sincera enhorabuena y espero que tenga el gran éxito que se merece…
¡Gracias por tu comentario, Rosa María!