Es curiosa la forma que tenemos de conocer a los autores. Todos tenemos un escritor fetiche del que hemos leído toda su bibliografía, incluso cronológicamente. También tenemos escritores que nos fascinan, pero de los que leemos solo lo que intuimos que nos puede gustar. Y hay otros escritores que sin saber por qué, se cuelan en tu lista de favoritos tras muchos años de oír hablar de sus obras sin haber leído nada suyo. Hasta que les lees. Y eso me ha pasado a mí en 2016 con Fernando Marías. Si hace dos meses leía la reedición de Esta noche moriré que editaba Alrevés, ahora hago lo mismo con la edición 25 aniversario que Turpial hace de su ópera prima, La luz prodigiosa. Así que se puede decir, claramente, que más de dos décadas después de publicar sus primeras dos obras, y tras muchos premios recibidos posteriormente, descubro leyendo sus inicios lo gran escritor que es Fernando Marías.
Pero hablemos un poco de la obra en cuestión. ¿Qué hubiera pasado si el gran poeta Federico García Lorca no hubiera sido asesinado en la Guerra Civil? Puestos a elucubrar, y viendo el cariz que tomó la contienda, podríamos suponer un exilio en algún país americano, como muchos de sus compañeros y una vuelta triunfal muchos años después, convertido en uno de los mejores poetas del Siglo XX. Esta sería una historia bastante benévola y optimista. Sin embargo, lo que propone Fernando Marías en La luz prodigiosa dista mucho de esa visión idílica, deparando una vida mucho más triste y complicada para el literato de Fuente Vaqueros.
Todo empieza a finales de la década de los ochenta. En un homenaje a Lorca, un periodista se encuentra con un enigmático abuelo con aires de vagabundo. La frase que pronuncia el abuelo (“Además, Federico García Lorca no murió en agosto de 1936”) capta la atención del periodista, que se convierte en el receptor de una larga confesión que se extenderá durante toda una noche. Empieza entonces un largo y majestuoso relato donde el abuelo, antiguo repartidor de pan, y un Lorca superviviente entrecruzarán sus caminos e infortunios, con un poeta convertido en un ser errático, una vida muy diferente a la fama conquistada en el primer tercio de siglo.
Al igual que en Esta noche moriré, Fernando Marías escribe un gran monólogo que abarca la mayor parte de la obra. Lejos de resultar aburrido, el estilo del escritor bilbaíno ha conseguido atraparme como pocos. Su manejo de la palabra, valorándolo como lo que era (su primera obra), me parece espectacular, capaz de captar la atención y conseguir estar pegado al libro desde la primera a la última página. El monólogo carece de altibajos, manteniendo siempre el interés en todo lo que cuenta. Pese a ser Federico García Lorca la génesis de la obra, el verdadero protagonista no deja de ser el narrador, sus cinco décadas de altibajos y su progresiva decadencia, jalonada con sus encuentros esporádicos con el escritor, hechos con los que constatar que su triste vida corre paralela a la figura de un desconocido Lorca.
Termina el libro con un epílogo del propio Fernando donde cuenta la historia de La luz prodigiosa, incluida la adaptación cinematográfica a cargo de Miguel Hermoso y que entre sus cuatro nominaciones a los Goya de 2003 estaba la del propio escritor como mejor guion adaptado.
Para mí, este 2016 se ha convertido en el año en que conocí la obra de Fernando Marías. Tras leer este libro solo queda agradecer aquel momento en la vida del autor en el que se le apareció, durante ese instante especial, su particular luz prodigiosa que dio alas a su imaginación para crear algo así. Y vale, la verdad es que bien podría haberse estirado Fernando y haber creado otra historia más amable para nuestro querido Lorca, pero quedémonos con el resultado; una ópera prima tan bella como La luz prodigiosa.
César Malagón @malagonc