La muerte rosa

Reseña del libro “La muerte rosa”, de Jaume Pallardó

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¿Imagináis un escenario en el que un virus se extiende a nivel mundial? ¿Un virus que mata, sin remedio, sin vacuna posible? ¿Una pandemia capaz de modificar las relaciones sociales y laborales, sin contacto físico, manteniendo una distancia de seguridad, poniéndote un E.P.I. cada vez que tengas que ir a la calle, desinfectándote al entrar en recintos cerrados o al volver a casa,…? No hace falta imaginar mucho, ¿verdad? Por desgracia casi todo eso lo estamos viviendo. (Lo de los E.P.I. lo vivirán –o lo habrán vivido cuando esto se publique– los pobres ciudadanos que se hayan visto forzados a ser miembros de una mesa electoral para las elecciones catalanas. Que aguantar más de doce horas enfundando en un traje condón de esos, manda huevos. Menuda sauna. Y vete al baño, y quítatelo, y cuidado con lo que tocas, y vuelve a ponértelo, y come la mierda de bocadillo que te den, y…  Putos politicastros).

¿Imagináis una historia así –la del virus, digo, la de las elecciones catalanas da para capítulo aparte– terminada en 2017 y editada en dos partes en 2018 y 2019, es decir, años antes de la aparición del COVID 19?

Pues eso es lo que ha sucedido. Porque está Casandra, Tiresias, y ahora también Pallardó. A raíz del multimediático episodio de Ébola ocurrido en nuestro país hace ya unos años, a Jaume Pallardó se le quedó grabado en la chola y quiso fantasear con lo que ocurriría si tuviéramos que convivir para siempre con un virus mortal.  Y eso es lo que tenemos aquí, en este anticipatorio volumen integral de La muerte rosa, en el que se recogen por primera vez las dos partes que en su día se editaron por separado.

El cómic nos va a mostrar la vida de Miguel, dieciocho años después de que el virus llamado “fiebre rosa” asolara el mundo. La “nueva normalidad” es, efectivamente, lo normal y se nos muestra asumida e integrada en el día a día, con sus rutinas higiénicas, sus trajes de protección y el miedo a un nuevo brote. El ser humano se acostumbra a todo, y Miguel teletrabaja como profesor de matemáticas, lengua, y todo lo que pueda y sepa.

Pero no todo el mundo acepta esa “normalidad”. En este mundo inventado de cómic, de ciencia ficción distópica hecha carne, también hay negacionistas en su doble vertiente: los que creen que el virus tal vez existió hace años pero ya no hay peligro; y los conspiranoicos que creen que el gobierno oculta intereses oscuros (o que simplemente mantiene así una forma de control) para hacer creer a la población que el virus sigue entre nosotros y con la misma capacidad destructora que al inicio.

Gracias a Tinder, o a alguna aplicación del estilo, Miguel conoce a Gloria, se enamorará hasta las trancas y eso le llevará a conocer a uno de esos grupos activistas del negacionismo.

En La muerte rosa no hay apenas ancianos. El virus acabó sobre todo con gente mayor y muchos niños, como Miguel,  se criaron en orfanatos y fueron educados para reconstruir el mundo. Un mundo este de ahora en donde la competencia se da en las empresas de teleformación, y las profesiones más relevantes son las de médico o ingeniero.

No quiero contar más y creo que en realidad he contado demasiado. Lo mejor es sumergirte en esta especulativa, y esperemos que efímera, historia y comprobar los involuntarios paralelismos con nuestra realidad y las posibles consecuencias que podría tener esta pandemia en nuestro futuro real.

La muerte rosa tiene un argumento sólido, profundamente visionario pero realista, es equilibrado, creíble, está bien narrado y dibujado, se devora con rapidez e interés, se disfruta y es redondo de principio a fin. Increíble la profética imaginación del autor. Imprescindible su lectura. Terrorífica la deriva que nos espera… Esperemos que la bola de cristal de Pallardó no sea efectiva 100%.

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