La mujer geométrica, de última novela de Vicente Marco, es una de esas historias de las que no me gusta hablar demasiado del argumento, porque su punto fuerte es la capacidad de sorprender con cada giro (que son muchos, ya os aviso). Por eso, me limitaré a decir que su protagonista es Sara, una mujer de cincuenta años con una vida aparentemente feliz. Tiene una situación económica desahogada, un marido enamorado y un hijo de diecisiete años. Pero su apacible y seguro mundo se tambalea cuando lee un mensaje en el móvil de su querido niñito, que le hace atisbar una cara de él que nunca hubiese imaginado. Ni siquiera diré qué pone en ese mensaje, aunque se cuente en la contraportada del libro. En verdad, solo he resumido lo que se explica en el primer párrafo de la primera página. Para disfrutar de La mujer geométrica, no hace falta que sepáis más detalles de su historia.
Hablemos ahora de los géneros literarios que entrelaza. Por los primeros capítulos, La mujer geométrica podría definirse como una novela realista; al fin y al cabo, Sara y los suyos son una familia normal. Pero enseguida se transforma en un novela erótica, pues el sexo es el ojo del ciclón que desbarata la vida de la protagonista. También hay grandes dosis de thriller, ya que nada es lo que parece. Hay más misterios de los que se intuían a simple vista y, a medida que pasamos las páginas, nos damos cuenta de que lo que comenzó siendo un juego, una transgresión de las normas cada vez más alocada, puede desembocar en tragedia irreversible.
Vicente Marco, ducho en las artes narrativas, sabe cómo pegarnos a la página. La mujer geométrica se lee a tal velocidad (dos días me ha durado) que quizá deje la sensación de que es una de esas novelas que se devoran y se olvidan. Pero no, qué va. El comportamiento extremo de la protagonista nos perturba porque nos parece una mujer real. Y nos surgen las preguntas: ¿y si somos como Sara?, ¿y si a veces el problema es la ausencia de problemas?, ¿quién no ha querido huir de la normalidad?, ¿quién no ha tenido miedo de cumplir sus propias fantasías?, ¿cómo sabemos si la maestra de nuestro hijo, nuestro médico de cabecera o el gestor que nos hace la declaración, ciudadanos normales y corrientes de día, se convierten en depravados sexuales de noche? ¿Y si nosotros también deseamos serlo, pero no nos atrevemos a reconocerlo, ni mucho menos a llevarlo a la práctica?
Qué duda cabe de que nos han educado para ser geométricos: seguir las normas, guardar las formas, aspirar a tener una vida estable y hacer lo que los demás esperan de nosotros. Pero ¿y si romper tanta rigidez fuera la única forma de ser felices? Sara, la protagonista de La mujer geométrica, se atreve a comprobarlo. ¿Se atreverá también a afrontar las consecuencias de traspasar todos los límites? Por supuesto, yo no os lo voy a decir. Tendréis que leer a Vicente Marco para averiguarlo.
Muy buena reseña Esther. Sin desvelar la trama haces que nos entren ganas de leerla. No caes en la complacencia sospechosa con el autor (que en este caso no la necesita) que solo sirve para ahuyentar al lector más perspicaz.
Aún no lo he leído pero lo tengo en mi mesilla con doble ración de ansia lectora a partir de tu valoración.
Espero que lo disfrutes, Xenia. 🙂