Ambientada en el Brooklyn de principios del siglo XX, La novena hora es una de esas historias con cierto sabor a mundo perdido, que representa un pasado que en cierta manera reconocemos aunque nos sea ajeno, pero sobre todo que muestra la lucha por salir delante de unas personas con las que resulta extraordinariamente sencillo sentirse identificado. Alice McDermott consigue envolver al lector con un manto de cotidianeidad, con un ambiente por lo demás tan irlandés como corresponde a los protagonistas, hasta el punto que uno se siente parte de la historia y se cree blindado ante las sorpresas, que parecen algo imposible, pero sin embargo las hay, y alguna extraordinaria, pero como la historia se vive tan desde dentro no parecen tales, sino simplemente vida.
La novena hora es una historia de pobreza, de la lucha por salir adelante a veces con dificultad, otras con mucha dificultad, de una especie de monjas ya entonces en peligro de extinción que realizan una labor extraordinaria que sustituye al inexistente servicio social pero que sobre todo viene determinado por su descubrimiento (en algunos casos) del milagro de la flexibilidad, de un enfoque humano de la justicia, y de la vida de una niña que se cría entre ellas y que tiene que descubrir, con no poco esfuerzo, que no es una de ellas.
Parte de una escena de una fuerza literaria tremenda, el suicidio de un empleado irlandés que es despedido y se ve incapaz de hacer frente a sus obligaciones, que incluyen una mujer embarazada. La preparación de su final, su detalle, su eficacia, su profesionalidad, narradas con naturalidad logran que el lector se enganche irremisiblemente desde esas primeras páginas. Las consecuencias de ese acto, la intervención de las monjas y la vida de los afectados después del mismo constituyen, junto con el propio Brooklyn, el esqueleto de La novena hora, armazón que Alice McDermott llena de vida y literatura, perdón por la redundancia, hasta lograr una obra pequeña, pero enorme.
Annie, la viuda, trabaja después durante muchos años en la lavandería del convento de estas monjas que ayudan a que pueda rehacer su vida, y ese trabajo que lleva a cabo junto a la hermana Illuminata constituye algunas de las páginas más sorprendentes, no desde un punto de vista de la trama sino por la descripción de las técnicas y trucos que ponían en práctica, del terrible esfuerzo e incluso de la peligrosidad de algo tan cotidiano. En ese caso la lavandería era del convento, pero sirve de ejemplo de algo que está muy presente en la novela, el terrible esfuerzo que cargaban sobre sus hombros las mujeres en aquella época en general y en aquel ambiente en particular. Un escenario en el que la brutalidad masculina era habitual, una vida que cargaba sobre los hombros de las mujeres tanta responsabilidad como alcohol y violencia sobre los de los hombres. Puede parecer que la historia homenajea a esas monjitas y su labor tan importante para su comunidad, pero por encima de eso creo que La novena hora constituye un homenaje merecido a las mujeres que hicieron de la época un lugar humano y habitable pese a padecer siempre la desgracia y el dolor que la miseria y los actos de sus maridos provocaban. Una de las hermanas le preguntaba a las mujeres que conocía si su hombre la trataba bien, y creo que es mucho más que un recurso literario.
Y hay muchas tramas, muchos personajes, mucha vida que merece la pena leerse. Alice McDermott ha logrado tejer una gran historia, un verdadero placer para cualquier lector.
Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es
Estupenda reseña. Gracias
Gracias a ti por leerla y por compartir tu opinión con nocotros.
Un abrazo,
Andrés