Reseña del cómic “La Patrulla Condenada: El peso de los mundos”, de VV. AA.
A principios de los sesenta los guionistas Bob Haney y Arnold Drake, junto al dibujante Bruno Premiani, crearon un puñado de marginados sociales con súper poderes que, como una familia disfuncional, se enfrentaban a extrañas misiones. Así nacía La Patrulla Condenada. La bases fueron sentadas: héroes y villanos habían sido presentados y, como mandaban las reglas, se habían enfrentado. Una etapa finalizó y otra llegó. Cuando Grant Morrison se puso a los mandos de La Patrulla Condenada le dio una vuelta de tuerca al engranaje narrativo: había llegado la hora del surrealismo. Cada episodio era más bizarro que el anterior y todos tenían un aura inquietante que se convertiría en la marca de la casa. Richard Case, el dibujante de esa etapa, sería el encargado de dar forma a nuevos e inolvidables personajes como Crazy Jane, Mr. Nadie o el alucinante Danny La Calle. Flashforward hasta 2016: Gerard Way y Nick Derington se encargan de la denominada sexta etapa de La Patrulla Condenada. Con la miniserie Ladrillo a ladrillo dejaron bien claro que construirían sobre el planteamiento de Morrison, aunque, desde la página uno mostraron su propio estilo: más locura todavía, surrealismo elevado a la enésima potencia, un dibujo muy bonito que se alejaba de lo malrollero y el intento de que los integrantes empezaran a funcionar como una familia bien avenida. Tras Nada y Las Guerras Lácteas el sello DC’s Young Animal publica (a través de ECC en nuestro país) La Patrulla Condenada: El peso de los mundos, las nuevas y disparatadas aventuras del grupo de superhéroes más extraños del mundo.
La Patrulla Condenada: El peso de los mundos empieza justo después de lo acontecido en el crossover Las Guerra Lácteas. Algunos personajes han descubierto que son mera ficción fandom, otros intentan contrarrestar su negatividad buscando un pilar de positividad en el que sustentarse, los hay que siguen con su terapia psicológica y otros se pasan todo el día entrenando sus habilidades. Separados de nuevo, cada uno a su aire. Pero, como he comentado antes, esta familia se apoya cuando es momento de necesidad. Y la necesidad llega cuando hay que ayudar a los habitantes de un planeta que han alcanzado una obsesión enfermiza por el culto al cuerpo. El Maratón Eterno, correr hasta que el cuerpo diga que te den. Y de aquí a un divorcio espacial. Un matrimonio de planetas decide partir peras. Y la verdad, nadie sabe qué cojones puede pasar si dos planetas unidos por fuerzas gravitacionales se alejan, así que La Patrulla Condenada pondrá todos sus poderes y astucia en arreglar el asunto en una especie de juzgado cósmico. Estas dos primeras aventuras del cómic ponen de manifiesto dos cosas: la locura sigue aumentando (niveles en algunos momentos de historieta conceptual) y Gerard Way y Nick Derington ahora comparten tareas con guionistas y dibujantes que hacen que el conjunto sea más rico, mucho más variado e incluso, y si eso es posible, más raro.
Tras esas dos historietas con Jeremy Lambert asistiendo a Gerard Way en el guion y James Harvey dejando un dibujo bonito y en consonancia con la serie, llega lo bueno, el que sería el verdadero hilo conductor de toda la trama. La Patrulla Condenada está atrapada en un futuro extraño donde una ciudad distópica llamada Goliath se empeña en asesinar a Robotman. Tintes de novela noir, referencias a cómics que jamás existieron, futuros imposibles y la aparición estelar de dos personajes del elenco original (sí, de la serie viejuna) dejan al lector con el cerebro atrapado en una especie de agradable sueño vespertino. Viajes en el tiempo, cliffhangers y a otra cosa mariposa. Eh, ¿pero qué cojones está pasando? Relájate y disfruta que, llegado el momento, todo cobrará sentido. Más o menos.
Antes de que La Patrulla Condenada: El peso de los mundos alcance su cenit y nos deje un cierre divertido y épico, pero sobre todo emotivo (porque con cada final unos personajes van, otros vienen y algunos simplemente evolucionan, de una u otra forma), antes de regalarnos los ojos con las maravillas que pueden lograr Nick Derington , Michael Allred y Tamra Bonvillain si trabajan todos a una, todavía nos faltará recalar en Destiny Beach o Bozumatriks y, por supuesto, adentrarnos una vez más en la metaliteratura con personajes que rompen la cuarta pared. Nick Pitarra dibuja músculos, venas marcadas y torsos peludos con precisión, por ello resulta perfecto para llevarnos de peregrinaje por Destiny Beach: lugar natal de Flex Mentallo donde culturistas pasados de vueltas se enfrentan entre ellos para ver quién hace el puto mejor movimiento de la historia. El capítulo en el que conocemos a Clark (dibujo de Becky Cloonan con marcada inspiración en el manga) junto con ese en el que los héroes se adentran en una especie de matrix sacada de El alucinante mundo de Gumball para luchar contra una rana repartidora de baguettes (dibujo inclasificable de Omar Francia) son el ejemplo perfecto de cómo se edifica esta nueva etapa de La Patrulla Condenada pues resultan una mixtura perfecta de referencias a sus orígenes clásicos y a la etapa surrealista de Grant Morrison pero, a su vez, son una actualización fresca y constante de narración y dibujo para llegar a las nuevas generaciones.