La puerta de los tres cerrojos, de Sonia Fernández – Vidal
Os planteo un enigma: ¿Qué necesitas para cerrar una puerta? Esta pregunta se podría responder de muchas maneras. O quizá sólo de una: para cerrar una puerta necesito una llave. Pero, ¿si os dijera que esa no es la respuesta correcta? ¿Si os planteara que, en nuestro mundo, existe otra respuesta válida que, de seguro, muchos de nosotros no nos hubiéramos planteado siquiera. Y es que “La puerta de los tres cerrojos” nos lleva a un mundo por descubrir, a un universo que nos es prácticamente desconocido pero que, paradojas de la vida, lo tenemos al lado, dispuesto a mostrarse con sólo echarle una rápida mirada. Para eso, vamos a abrir los ojos, y a pasear por lo que os tengo que contar.
Niko tiene una vida normal hasta que, en su camino, se encuentra con una puerta de tres cerrojos. Al cruzarla, se introducirá en el mundo cuántico, donde le acompañaran neutrones, átomos, agujeros negros, hadas y elfos cuánticos y un sin fin de personajes que le harán plantearse cuál es la realidad, mientras descubre la manera de salir de allí para volver a su casa.
La primera vez que tuve el libro en mis manos pensé: ¿Física cuántica?. Lo segundo fue: ¿Física cuántica, y además para jóvenes? Desde luego, no es lo que se encuentra habitualmente en las librerías, pero aun así, me dije que tenía que darle una oportunidad. Abrí el libro, comencé a leerlo, y cuando descubrí lo que me ofrecía Sonia Fernández – Vidal, ya no pude soltarlo. Me encontraba ante un libro de aventuras sí, de esas aventuras de ciencia ficción que, cuando era pequeño, devoraba entre las sábanas o sentado en el sillón de la sala. Pero no era sólo eso. Me encontré ante algo nuevo, una historia que no se había contado antes y con la que, gracias a la autora, podía aprender cosas nuevas de una forma divertida. “La puerta de los tres cerrojos” es uno de esos relatos que coges por azar (ese fue mi caso al menos) y que te das cuenta de que, a veces, las buenas elecciones pueden ser terriblemente buenas. Un libro lleno de enigmas, lleno de personajes con los que identificarse, y lleno de, cómo no podía ser de otra manera, física cuántica. Eso me sorprendió, ya lo he dicho antes. Lo primero que pensé al llevármelo es que me iba a aburrir, que eso de la física cuántica era un mundo tan sumamente aburrido que no podía meterme y disfrutarlo. Qué gran error. No sólo “La puerta de los tres cerrojos” te invita a pasártelo bien, sino que su autora, Sonia Fernández – Vidal, ha conseguido en unas pocas páginas, una historia donde poder aprender cosas nuevas y poder profundizar, querer investigar, necesitar saber más sobre aquellas cuestiones del mundo cuántico que, por falta de conocimientos, no nos paramos a pensar como es debido.
Saber y no saber. Estar vivo y estar muerto a la vez. Temer a los agujeros negros y observar los efectos de una superposición. Y al final, saber que todo está entrelazado, que todos somos parte de todo, y que, para bien o para mal (eso se deja a los lectores, siempre a los lectores), estamos unidos por hilos invisibles ya que, como decían antiguamente, el batir de alas de una mariposa puede provocar un tsunami en la otra parte del mundo. Una aventura única donde conocernos y conocer el mundo que nos espera, sin necesidad de esperar, de quedarnos sentados.
Y es que, ¿quién me iba a decir a mí que, la respuesta al enigma del principio, no era otra que “para que una puerta pueda cerrarse, sólo necesitas que esté abierta”?