Todos nos hemos sentido alguna vez reemplazados, de una manera u otra. Y eso duele. Ya lo creo que duele. No hay más que ver lo mal que llevan los antiguos presidentes del Gobierno de España volver a ser ciudadanos de a pie. Ni su puesto en un consejo de administración de una gran empresa consigue quitarles las ganas de seguir influyendo en el curso de la política, sin perjuicio de que sus declaraciones puedan perjudicar gravemente a su partido. Cuando te has creído ser algo durante mucho tiempo, salir de esa burbuja tiene que ser realmente difícil de afrontar.
Friso de Vos, el protagonista de La república, la segunda novela del autor neerlandés Joost de Vries, no sufre una substitución tan mayúscula como la que he comentado, pero esta es igual de traumática o más. Tras el fallecimiento de Josip Brik, un profesor universitario considerado una eminencia en los estudios hitlerianos, él, su fiel ayudante en la revista El sonámbulo, se tiene a sí mismo como su digno sucesor. Pero un percance médico durante un viaje a Chile, que coincide con la muerte de Brik, hace que Friso no pueda estar presente en la ceremonia, lo que es aprovechado por otro hombre, Phillip de Vries, para adueñarse del papel de discípulo principal del profesor.
Lo cierto es que el tema resulta tan rocambolesco que cuesta hacerse a él. De hecho, en las primeras páginas mi único pensamiento durante la lectura era «¿A dónde narices quiere llegar con todo esto el autor?». Pero poco a poco, y con la ayuda del creciente interés que va tomando la trama una vez que se despliega el contexto, uno empieza a entender que la sátira del mundo universitario que construye Joost de Vries es verdaderamente ácida y cruda. Con un humor que muchas veces roza el límite de lo publicable y algunas frases cada pocas páginas que provocan una risa culpable—«De verdad que Hitler no tiene nada que ver», le dice el protagonista a su maestro para justificar la separación de su novia—, esta novela atiza, y de que manera, a un mundo marcado por las apariencias y por la necesidad de demostrar continuamente que se está al tanto de todo lo que es meramente relevante a nivel intelectual. De hecho, la figura de Hitler, tan presente durante todo el relato, es una mera excusa, un elemento más de provocación que emplea De Vries para poder desarrollar su dura crítica al esnobismo ilustrado.
El otro aspecto que destaca sobremanera en esta obra es la ira. La obsesión que consume a Friso por ver cómo todos sus años de esfuerzos y de completa sumisión a su maestro han quedado en nada porque otro estuvo en el lugar adecuado en el momento correcto. La envidia y el rencor del protagonista quedan magníficamente reflejados, hasta el punto de que la narración, en primera persona, llega a ser enormemente surrealista y se hace complicado saber qué acontecimientos son reales y cuáles son meras ensoñaciones coléricas del discípulo destronado.
Desde mi punto de vista La república es una oda a la farsa, a la impostación tan habitual en el mundo de la cultura, en el que todo el mundo ha leído a Kant aunque no sepa citar el título de ninguna de sus obras. Una novela que contiene numerosos excesos (estilísticos, humorísticos, sexuales…) pero que consigue un resultado muy atrayente en su conjunto. Y es que en el caso de Joost de Vries, como dijo Shakespeare de Hamlet, hay método en su locura.