Zancadas que le ganan la carrera a esos quilos de más. Grasa que merma de forma gradual. Corazón que bombea sangre oxigenada. Cuádriceps, abductores y gemelos que se tensan y endurecen para dejar atrás el contemporáneo monstruo del estrés nacido de las entrañas de un trabajo demasiado absorbente. Zancada corta, frecuencia alta. Mejora de la técnica para evitar lesiones. La frente perlada de sudor, las zapatillas cargadas de kilómetros, los pulmones susurrando y el polvo del camino ocultando tus huellas, es lo último que ve esa ansiedad de tomarse la vida muy a pecho antes de que le des esquinazo. Sigue corriendo. Sigue añadiéndole kilómetros a tus piernas. Supera los miedos, completa carreras, lucha contra el cronómetro, alcanza retos… ¿Y luego qué? ¿Por qué seguimos corriendo? ¿Por qué continuamos madrugando para trotar haga frío o calor, nieve o truene? ¿Por qué ropajes de colores estridentes y fosforito? ¿Por qué si ayer recorriste ese camino irregular abarrotado de piedras, raíces y nubes de mosquitos que vuelan hasta tu garganta hoy decides que es una buena idea calcar tus pasos, pero con más rapidez? ¿Por qué decides, insensato, que un agosto a las once de la mañana es un momento espléndido para empezar una media maratón? Subir más de 600 escaleras corriendo, ¿por qué? En definitiva: ¿por qué corremos?
Adharanand Finn se hizo esta última pregunta, la repitió en su obsesiva mente de corredor y por si fuera poco, y antes de alcanzar la respuesta, añadió otra: ¿cómo podemos correr de una forma mucho más eficiente?
Los japoneses parecían tener algunas repuestas.
Adharanand Finn, autor de La senda del corredor. Un viaje al mítico mundo del running japonés, y zalamero engatusador como pocos, consiguió convencer a su familia (mujer y tres hijas) para que le acompañaran a Japón (14.000 kilómetros por tierra más un paseíto en barco; ahí es nada) en su búsqueda obsesiva de la excelencia en la disciplina del running. Allí el autor se embarcó en una misión harto complicada de conseguir entrar a formar parte de un equipo de corredores de ekiden, llamadas así las carreras de relevos muy célebres en el país nipón. Y por si fuera poco, y ya como suculento postre, poder también escarbar en los misteriosos entresijos que rodean a los místicos monjes corredores capaces de meterse entre pecho y espalda, y según cuentan las leyendas y los ancianos del lugar, mil maratones en mil días para alcanzar ese punto en el que el hombre y el universo son un todo. “Cuando eres nada, entonces algo surge para llenar el espacio”.
No corredor, aquel que prefiere andar rápido, ¡no huyas aún! La senda del corredor es mucho más que únicamente un libro sobre ese deporte que ahora está tan de moda. ¿Qué tal una guía de viajes? A todos nos gusta viajar, aunque ese viaje se haga a través de un libro. ¿Y qué libro no es un viaje? Además Japón es digno de ser visitado y estudiado a conciencia. Una cultura tan opuesta a la nuestra, tan rica en costumbres, tan imprescindiblemente educada y en ocasiones tan obcecada en caducas costumbres milenarias. Templos budistas que emanan zen, gastronomía con base de arroz y pescado, ciudades de asfalto con raudos transportes, hoteles cápsula que alojan oficinistas durmientes, señores respetables y que visten traje pero que prefieren leer un buen manga antes que a ese literato de fama mundial; Adharanand Finn relata su aventura, en formato casi de diario, mostrando todos estos lugares y aspectos además de las dificultades que encuentran tanto él como su familia para adaptarse a un país de contrastes en los que, una y otra vez, lo moderno y lo tradicional chocan brutalmente, como si de dos locomotoras de vapor sin conductor que transitan por la misma vía se tratara. Así pues, ¡no te vayas no corredor! Descubre Japón, y sí, un poquito, bueno vale bastante, del deporte que en Japón une trabajo en equipo y compañerismo pero que por ello no acaba con el más descarnado espíritu de competición.
¿Y qué tal un poco de filosofía, un poco de reflexión (sin en ocasiones llegar a algún conocimiento) solo por el hecho de utilizar la parte analista de nuestro cerebro, solo con el placentero fin de alcanzar otro tipo de metas más espirituales? Running y filosofía; cuerpo y mente. “Correr tiene una razón de ser en el acto mismo”. La senda del corredor destila zen, filosofía de la vida. Y el autor delibera consigo mismo sobre cada paso que da en su aventura, sobre la culminación de su investigación y su peregrinaje por tierras niponas, y luego lo comparte de forma íntima con el lector.
Y tras llegar al final de este divertido e instructivo libro, ¿qué haremos? Tras descubrir la respuesta a la pregunta, ¿cómo hay que proceder? De la forma más lógica: corriendo.
El frío será bienvenido, un poco de sudor no es molestia. Seguiremos trotando por esos caminos polvorientos en los que los pájaros, desde las ramas de frondosos árboles, canturrean animándonos. El asfalto no está tan duro. Y esta media maratón bajo un sol de justicia es solo un viaje que vacía mi mente y me hace sobrevolar el camino. ¡Pues claro que seguiremos corriendo! ¿Por qué? Lee La senda del corredor.Un viaje al mítico mundo del running japonés de Adharand Finn, no tiene todas las respuestas (¡cómo si alguien las tuviera!), pero tiene algunas que resultan indiscutiblemente reveladoras. Y luego ponte unas zapatillas…