Hay libros que tienen magia. No hablo solo de aquellos en los que realidad y fantasía se entrecruzan hasta no saber distinguir dónde acaba una y empieza la otra, sino de esas historias con una atmósfera tan conseguida que logran envolvernos y dotar de credibilidad incluso lo que escapa a toda lógica. La temporada de los accidentes, de Moïra Fowley-Doyle, es uno de esos libros mágicos, en ambos sentidos.
Ha llegado octubre y, con él, la temporada de los accidentes. Cara y su familia saben que en esa época del año todos se vuelven inexplicablemente propensos a los accidentes: golpes, roturas, muertes… Ni las capas de ropa de más ni todas las precauciones posibles les libran de ellos y durante ese mes viven con el miedo de que los accidentes desemboquen en tragedia. Bea, la amiga bruja de Cara, ve en sus cartas que este octubre será terrible, y no sabe hasta qué punto tiene razón, ya que esta vez las heridas serán por dentro y por fuera. Y por si esto no fuera suficiente preocupación, Cara se da cuenta de que Elsie aparece en todas sus fotos: un tobillo, un rizo, su sombra… De una forma u otra, Elsie siempre está en ellas. ¿Cómo no se había percatado antes? ¿Y por qué hace días que Elsie no va a clase y nadie parece acordarse de su existencia?
Moïra Fowley-Doyle se sirve de esta premisa aparentemente paranormal y de otros elementos fantásticos para hablarnos de una realidad en la que todos nos veremos fácilmente reflejados: los secretos. Esos secretos que ni siquiera nosotros conocemos porque nuestros cerebros traicioneros —o, quizá, compasivos— los niegan y nos los esconden. «Tengo miedo de mis secretos. (…) Tengo miedo de los secretos de todo el mundo», escribe Cara en la cabina de los secretos de su instituto —donde todos los alumnos escriben de forma anónima aquellos pensamientos que no se atreven a confesar a nadie—, y esa sensación es la que impregna cada página: la certeza de que lo que se esconde en su interior y en el de cada persona de su entorno es realmente lo que más daño puede causarle.
La novela está narrada en primera persona por Cara y está plagada de situaciones ambiguas, que no siempre tendrán una explicación racional. Fowley-Doyle, en esta, su novela debut, se maneja bien en esa difusa línea entre realidad y fantasía, logrando un atmósfera inquietante a la vez que convincente. Sus personajes y sus inquietudes, unas típicamente adolescentes y otras no tanto, son creíbles. Me ha sido fácil adentrarme en el mundo de Cara y sus amigos y empatizar con ellos, con sus cadáveres exquisitos y su fiesta de Halloween, donde todos deben ir disfrazados como realmente se sienten: con sus demonios expuestos.
La temporada de los accidentes está protagonizada por adolescentes y el instituto es uno de sus principales escenarios, por lo que podría catalogarse como una novela juvenil, pero creo que tiene suficientes elementos para gustar a lectores de cualquier edad. Al menos, yo he conectado con la forma de narrar de Moïra Fowley-Doyle, con su manera de recurrir a la magia para plasmar las inseguridades, miedos y traumas de sus personajes. Será que yo también soy de las que cree que la magia está presente en nuestras vidas: son todas esas situaciones que no sabemos o no queremos explicar. Porque a veces es más fácil creer en la magia y huir de los fantasmas que hacerles frente y convertirlos en realidad.