Para comenzar la reseña de Las hijas de la tierra, de Alaitz Leceaga, voy a copiar una de las frases que escribí sobre El bosque sabe tu nombre, su primera novela: protagonistas femeninas criticadas y ninguneadas por los personajes masculinos, hasta que un día deciden ser dueñas de sus vidas. Parece que esa va a ser la seña de identidad de las historias de esta escritora vasca que se ha convertido en un fenómeno editorial.
No es la única similitud entre sus dos primeras novelas. Ambas son extensas (más de quinientas páginas), destilan realismo mágico y las vidas de las protagonistas están marcadas por las desgracias de sus antecesoras.
La novela que nos ocupa, Las hijas de la tierra, transcurre en La Rioja de finales del siglo XIX. Las tres protagonistas son Gloria, Teresa y Verónica, las hermanas Veltrán-Belasco, pelirrojas y endemoniadas como su madre, ya fallecida. Por culpa de ellas, hace veinte años que los viñedos de Las Urracas, la finca familiar, no dan fruto; por culpa de ellas, la sequía se ceba con San Dionisio desde hace mucho. Y cada vez que se portan mal, ocurre algo horrible. Al menos eso es lo que piensa la gente del pueblo y, sobre todo, su padre y Rafael, el mellizo de Gloria, el gran villano de este libro.
Ellas, convencidas de que tienen el demonio dentro, viven aterrorizadas con acabar igual que su madre o su tía abuela Clara. Hasta que un día se dan cuenta de que, cuando están las tres juntas, sus demonios interiores se acallan. ¿Acaso no están malditas? ¿Y si solo les han inculcado esos miedos para que sean obedientes y sumisas? ¿Por qué tienen que mantenerse en un segundo plano, sin molestar, en vez de vivir sus vidas cómo ellas quieran y reclamar lo que les pertenece? De repente, una de ellas se atreve a saltarse las convenciones sociales, y después otra, y otra… Y con la desobediencia llega su liberación.
Con este hilo conductor, Alaitz Leceaga consigue la proeza de que una novela con quinientas sesenta páginas (con un tamaño de letra tirando a pequeño) no se haga larga. Al contrario: Las hijas de la tierra es una lectura adictiva que no decae en ningún momento y las tres protagonistas resultan igualmente interesantes, aunque Gloria sea la que cargue con el mayor peso de la trama. Una historia de empoderamiento y sororidad que no solo retrata la batalla que libran estas tres hermanas estigmatizadas por su pelo y su pasado, sino la realidad a la que se han enfrentado, y aún se enfrentan, las mujeres: ser invisibles en muchas áreas de la sociedad, ser criticadas por el mero hecho de aspirar al poder o comportarse tal y como desean.
Para mí, Alaitz Leceaga ha dado un salto cualitativo con esta obra, más lograda y redonda que El bosque sabe tu nombre. Lástima que esta vez la corrección del texto tampoco haya estado tan cuidada como debiera y me sacara de la historia a menudo. Si obvio ese «pero», Las hijas de la tierra se cuela entre los libros que más he disfrutado este año que ya encara su recta final.
Con ese planteamiento parece realmente interesante. No conocía este libro, pero me lo apunto.
La verdad, leía la primera y me decepcionó…así que la segunda parte no la voy a leer
Hola, Marta:
Solo aclararte que no es la segunda parte, sino una novela independiente. En mi opinión, Alaitz Leceaga ha dado un gran salto cualitativo, así que no la descartes del todo. 😉