Laura, de Vera Caspary

LauraMe gusta la novela negra clásica norteamericana. Así, con todas las etiquetas. Cuando cojo algo de Chandler, Hammett, Ross Macdonald, Margaret Millar, Patricia Highsmith, James M. Cain o alguno de sus congéneres sé que me va a gustar, ya está. Y por eso he leído bastante de este tipo de novela. Pero Alianza acaba de demostrarme que me queda mucho, mucho por leer. Y me ha dado una alegría.

Laura es una novela que no tiene nada que envidiarle a El caso Galton o a Extraños en un tren. Tiene todos los elementos básicos de la novela negra de los años cuarenta y cincuenta. Un asesinato, el de Laura Hunt, una atractiva publicista de Nueva York a la que disparan en la cara días antes de su boda. Un detective que se aleja bastante del modelo de perfección, Mark McPherson, un escocés que aprendió a valorar los libros (eso me recuerda al último Phillip Marlowe) tras una larga convalecencia que le dejó con una pierna ortopédica. Y diversos sospechosos: la criada, la tía de la víctima, el prometido, el mejor amigo… Hasta aquí el misterio clásico. Pero Laura, como la mayoría de las novelas de los autores que cito arriba, es mucho más que eso.

Para empezar, por su forma. La novela está dividida en cinco partes y cada una de ellas es narrada en primera persona por un personaje diferente. Así que vemos la realidad desde diversas perspectivas y con muchas de sus contradicciones. Y, además, este recurso le da una fuerza y un ritmo a la novela impresionantes. Solo os diré que la novela me ha durado menos de veinticuatro horas y en parte ha sido gracias ese gran creador de suspense que es el contar la historia desde diversas miradas (¿os acordáis de Perdida?). Porque, en Laura, si tanto el mejor amigo como el prometido, por ejemplo, tienen voz en la historia, ¿eso les descarta como posibles asesinos? ¿Puede una primera persona mentir al lector?

Y no solo la forma llama la atención en esta novela, la historia también es mítica, como se encargó de demostrar Otto Preminger en su adaptación cinematográfica de 1944. Pero antes de explicar este punto, debo confesar una cosa. Me cuesta mucho creerme a la mayoría de los personajes femeninos del american noir. Muchísimo. Cuando leo  las motivaciones, pensamientos o diálogos de la mayoría de mujeres en estas novelas, hago un pacto de ficción con el autor y pienso “este personaje es intragable, pero la novela me gusta, así que sigamos”. Y, exacto, en Laura eso no pasa.

El personaje que da nombre a la novela tiene una solidez y una densidad impresionantes. Y ahí está el punto genial de la historia. Laura es compleja y es humana. No es la pérfida femme fatale ni tampoco una damisela en apuros. Y así lo va descubriendo el detective McPherson mientras lee sus diarios, revisa sus estanterías, sus cajones, su armario, su cocina, facturas y correspondencia en busca de pistas. Hasta que se acaba enamorando de un cadáver sin rostro.

A través de la investigación, McPherson no solo busca al asesino, también quiere comprender a la víctima. Y de este modo Laura se revela en toda su complejidad como novela y como personaje, y desde el otro barrio. Aunque de una manera menos horripilante que la Rebeca de Daphne Du Maurier.

La fuerza del personaje de Laura es, más que sus impresionantes puntos de giro, el punto fuerte de la novela. Una novela que habla del deseo de independencia de una mujer y de sus consecuencias, pero insertada en un género lleno de detectives duros, pistolas, palizas y femmes fatales. Y, para los escépticos, lo hace sin perder un ápice de crudeza e incluso sordidez. ¿Por qué iba a hacerlo?

Por otro lado, el estilo de la novela es directo, ágil y rápido. Como punto diferencial, en Laura se percibe una leve ironía que no he encontrado en sus contemporáneos masculinos. Por no decir que Vera Caspary, su autora, se chota directamente de cierto modelo de detective hard-boiled. Porque el detective McPherson es capaz de reírse de sí mismo y de sus deseos absurdos como “volver a mi antiguo barrio tras ganar el campeonato del mundo con Hedy Lamarr a mi lado, en el asiento de un descapotable de cinco mil dólares”. Pero romper con las reglas del hard-boiled es peligroso y eso Vera Caspary lo sabía. Incluso hace decir a uno de los personajes que no está escribiendo una historia policíaca, sino un romance entre el detective y la víctima. Toda esta sutil crítica al género al que se adscribe la novela, el género negro, seguramente era un arma de defensa de la autora, quien era consciente de las dificultades que tenía una mujer para no ser catalogada como autora de novelas románticas o imitadora de Agatha Christie, independientemente de lo que escribiera.

En definitiva, si os gusta cualquiera de los autores de los que he hablado en el primer párrafo de la reseña, corred a la librería a comprar Laura. Vera Caspary ha sido injustamente tratada por generaciones de lectores y editores y ella y su Laura merecen recuperar el lugar que les corresponde entre los mejores clásicos del género. Así que ya habéis oído, queridos editores, esperamos más traducciones de las novelas de Vera Caspary. ¿Para cuando Bedelia?

2 comentarios en «Laura, de Vera Caspary»

  1. Me ha encantado esta reseña. Casualmente, vi la película hace unas semanas, sin haber leído el libro todavía, y mi impresión fue que el final estaba un poco “cogido con pinzas” para lo bueno que era el resto, pero gracias a tu reseña me muero de ganas de leerlo. ¡Un abrazo!

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    • Hola Arantxa. Yo ahora tengo la película solapada por la novela (menos la cara de Laura, la sigo imaginando como a Gene Tierney) pero el libro tiene un ritmo genial y un final similar, pero quizás por la manera en la que está narrado, menos precipitado. ¡Espero que te guste! ¡Un abrazo a ti también!

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