Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, de Martin Amis
Hay algo de adictivo en los villanos de la literatura. Será por su poco atractivo, sus defectos y sus excesos. La forma que tienen de adaptarse al texto, desfigurándose, amoldándose a veces mejor que los héroes a las palabras, encajando en los huecos. Me gustan que no sepan perder, que no sean políticamente correctos, que sean unos auténticos capullos, ególatras, incapaces de pensar en nadie más que en ellos mismos. Amorales, impulsivos, impredecibles y violentos. Sin aspiraciones más allá de una vida repleta de resentimientos y venganzas que les ayuden a paliar sus propios vacíos. Algo así como el protagonista de esta novela, Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, una especie de mezcla de avaricia, mezquindad y parsimonia. Dígase, miseria.
Su nombre, ya lo he dicho, es Lionel Asbo.
Pero podría llamarse de cualquier otra manera.
Y también podría ser todo lo contrario.
Porque en realidad los tipos como él no se parecen a nadie en absoluto, aunque estén por todas partes. Ninguno es, al menos, como Lionel que vive a medio camino entre la cárcel y la calle, donde comparte piso con sus dos pitbulls y un adolescente, su sobrino, Desmond Pepperdine, el otro protagonista de esta historia. Él es el héroe. Inteligente, perspicaz e inocente, se esfuerza en progresar a base de trabajo. La parte blanca de este relato sobre los suburbios de Londres y las alcantarillas de Inglaterra. El problema es que el que escribe esta novela no es otro que Martin Amis y podría haberlo dejado ahí. Pero lo suyo es provocar. Brillantemente, de hecho. Así que Des, resulta, mantiene relaciones sexuales con su abuela. De 39 años sí, pero su abuela. Y eso no hay forma de digerirlo.
Ni si quiera con dinero. Porque con el heredero de Kingsley, autor también entre otros de El libro de Rachel, La flecha del tiempo o Perro callejero, siempre hay Dinero de por medio, como su otra novela, el motivo, junto con Tren nocturno, de que hoy esté aquí comentándole. Y no es poca cosa. Más bien al contrario.
Sea como sea, decía, el asunto trata también sobre el dinero que, según afirman, corrompe, pero Lionel Asbo, multimillonario gracias a un golpe de azar como no podría ser de otra forma, ya está completamente corrompido, y no le interesa ninguna de sus posibilidades. Solo seguir viviendo sin importarle absolutamente nada. Convertido en una especie de nuevo rico, ocupa las portadas de los periódicos más sensacionalistas, como si esta fuera tan solo una nueva excentricidad de moda. Entrar y salir en la cárcel, meterse en líos, protagonizar algún que otro escándalo. ¿Os suena de algo?
Asbo se apellida, aunque este no es realmente su apellido.
Y podría ser cualquier otro.
Una maravilla de personaje para la ficción. Una novela mordaz, en tono de sátira, que no pierde ritmo ni frescura, ni si quiera genialidad en casi ninguna de sus frases. Cuyo antihéroe, o antipadre incluso, al que Desmond ve siempre desde una distancia prudencial, entre el cariño y el temor, resulta hirientemente cómico, para el placer de sus lectores o sus sentidos del humor.
Martin Amis es un especialista en bajar a los infiernos y describirlos, con una prosa crítica, audaz e ingeniosa, caricaturesca y afilada, mortalmente divertida y terroríficamente dramática. Porque la tragedia se masca, y esto es así, casi con la misma naturalidad con que uno ríe en Lionel Asbo. El estado de Inglaterra. Y el trasfondo es tan pesado que cae sobre nosotros, fuerte, y nos tira hacia abajo. Como la mala hierba. Que a veces, las menos, roza con lo humano, casi con lo auténtico. Ocurre en ese momento en que todo se vuelve extrañamente real.
Es ese estado de Inglaterra.
Pero podría ser otro lugar.
Y los villanos de ficción resultan de carne y hueso. Y ya no hacen gracia, ni causan adicción. En absoluto.