Los gemelos congelados, de Andreu Martín y Jaume Ribera
Existen varias formas de dilucidar si una lectura dirigida a niños y casi jóvenes es buena o no. Una de ellas es ver si trata a su público objetivo como tontos; en ese caso, hay que descartarla. Otra es -y está muy unida a la anterior- comprobar si resulta adecuada, entretenida o indicada también para adultos, sin introducir por ello ningún contenido sólo para adultos, se entiende. Si la respuesta es sí, casi seguro que estamos ante una excelente lectura para los más pequeños. Y éste es el caso de Los gemelos congelados, publicado por Anaya bajo el sello de infantil y juvenil, pese a lo cual constituye un libro altamente recomendable para niños y jóvenes de 12 a 120 años.
El protagonista de Los gemelos congelados es Joan Anguera, más conocido como Flanagan, que fue presentado al público lector en aquel distante No pidas sardina fuera de temporada y cuyas andanzas se han podido seguir en un buen puñado de títulos. Aquí, Flanagan se ha hecho mayor y ya es adulto; un adulto joven que sigue persiguiendo su sueño de hacerse detective y vivir de ello como profesional. (Aclaro desde ya mismo que no hace falta haber leído ningún otro libro de la serie para entender y disfrutar plenamente de éste.) (Por cierto: Flanagan envejece mucho más despacio que nosotros, porque, pese a que en No pidas sardina… estudiaba BUP, en 2014 todavía tiene 19 años… milagros de la literatura.) Por carambolas del destino, se le encomienda resolver un caso que ni siquiera se sabe si constituye un caso detectivesco o una magufada alimentada por Internet y por la rumorología: el de dos niños que fueron descubiertos por una mujer, congelados en pleno bosque, y que desaparecieron a continuación sin que nadie más los viera jamás. Ese caso o suceso extraño se bautizó como el caso de los gemelos congelados.
Buscando respuestas, Flanagan viaja hasta el pueblo sardanés de Valldenás, donde se encontrará con personajes de lo más pintoresco y estrafalario, pero también con otros muy reales y realistas en estos tiempos: caciques locales con turbios tejemanejes, constructores propulsados a la fortuna por obra y gracia de la burbuja inmobiliaria, miembros de la jet set que se encuentran con herencias millonarias sin haber dado ni golpe, mujeres que usan sus encantos para conseguir sus fines… A medida que la cosa se complica, Flanagan se verá sin embargo apoyado por su incondicional amigo y colega Charche, formando así ambos un dúo al más puro estilo Sherlock y Watson o Poirot y Hastings. Habrá aventuras, peligro, viajes, misterios, persecuciones, ligues y muchos momentos divertidos hasta llegar a la resolución del caso (¿es que lo dudaban?).
Los gemelos congelados está escrita mano a mano por Andreu Martín y Jaume Ribera, escritores y guionistas de sobrada y reconocida experiencia, tanto juntos como por separado. Debo decir que conozco un poco mejor la obra del señor Martín, que le da tanto y tan bien a la novela policiaca, a la de terror y a otros muchos géneros para adultos como a la novela juvenil para lectores inteligentes, y de él no se puede decir otra cosa sino que sabe muy bien lo que se hace, y lo hace estupendamente. Junto con Ribera, forma un dúo dinámico, como el de Flanagan y Charche, y es una gozada leerlos, ya que gastan un sentido del humor y unas ganas de juerga tales que resultan contagiosas a través del papel. Incluso cuando el trasfondo de la historia no es precisamente cosa de risa, como sucede aquí -la crisis económica (con menciones más o menos latentes a los escándalos de las preferentes, al páramo del desempleo y los EREs y a la lacra de los desahucios), la cultura del pelotazo y del éxito fácil y temas muy truculentos que quedan insinuados, permean la novela, como no podía ser de otra forma con una historia ambientada en el momento actual-, Ribera y Martín consiguen imprimirle a todo un aire de optimismo y de valentía que entran como un tónico vivificador a unos ojos ya algo fatigados de leer malos augurios y exabruptos deprimentes de espíritus que parecen disfrutar de propagar malos rollos.
Y otra cosa que agradezco, personalmente, es encontrarme con un personaje que -en palabras del propio Andreu Martín- “es un personaje vital, no uno de esos detectives amargados, con hernias discales y forúnculos muy dolorosos, tanto mentales como físicos”. Amén.