Kansas. Dos de enero de 1985. Una mente perturbada acaba con la vida de una madre y dos hermanas. Su madre, sus hermanas. De aquella matanza solo se libró Libby, que tenía siete años cuando su hermano, desquiciado, asesinó al resto de su familia a sangre fría.
Ahora mismo, el trabajo, la carrera y las oposiciones hacen que al final del día me sienta como si un camión me hubiera pasado por encima. Llego a casa casi a rastras, para ver que todavía me espera una tarde entre apuntes y leyes. Así todos los días. Pero es cierto que hay dos cosas que no perdono y gracias a las cuales puedo sobrevivir sin desquiciarme: la primera, el paseo diario con los perros, para que ellos corran y yo olvide. Y, la segunda, el ratito de lectura antes de dormir. Esos ratitos suelen, depende del día, ser de dos horas —los días que me encuentro más activa—, pero para conseguir estar tanto tiempo sin apartar los ojos de un libro después de la locura de días que tengo, necesito encontrar un libro que haga que quiera quedarme con él. Uno de esos que hacen que me prometa a mí misma que el siguiente capítulo será el último, que ya es hora de dormir. Y, si tengo la suerte de encontrar un de esos, no me importa tener al día siguiente la sensación culpable que nace al saber que tendría que haberme acostado antes. Porque merece la pena. Porque soy muy fan de esos libros que saben atraparte y quitarte el aliento y no devolvértelo hasta que llegas a la última página.
Y eso es, exactamente, lo que me ha pasado con Lugares oscuros, donde encontramos la historia de Libby, que tuvo que vivir una experiencia aterradora cuando sus años todavía se podían contar con dos manos. Ese acontecimiento le hizo convertirse en una persona horrible, testaruda, caprichosa, aprovechada y cruel. Y, lo peor de todo, ella, a medida que iba creciendo, sabiéndose consciente de ello, no le importaba lo más mínimo. Haber vivido tal masacre le sirvió para ganarse la vida. Mediante entrevistas, libros y reportajes buscó la forma de que el mundo se compadeciera de ella hasta el punto de que no le hiciera falta más que llorar un poco delante de una cámara para sacarse un buen sustento. Pero la vida, como suele decir mi madre, pone a cada uno en su lugar. Y Libby tendrá que ver cómo los fantasmas del pasado vuelven a ella cuando se descubren, después de tantos años, pistas que en su día no se tuvieron en cuenta. Quizá las prisas por cerrar el caso hicieron que los investigadores se olvidaran de analizar una huella. O quizá sí la vieron pero era mejor hacer como si no existiera.
Gillian Flynn vuelve con otro thriller que promete ser un bestseller, al igual que lo fuera Perdida, novela con la que conocimos a esta escritora en España, pero que se escribió con posterioridad a Lugares oscuros. Esta autora es conocida por darnos historias un poco retorcidas, que hacen que nuestra mente crea que se va a volver loca. Nos da pistas sobre el final, pero no nos desvela el misterio hasta la última página. Este libro alterna dos historias, contadas en dos épocas distintas y por diferentes personajes: por una parte, encontramos la narración actual, contada por Libby y, por otra, la historia ocurrida en 1985, contada por la madre de la protagonista. Así, las tramas se irán alternando hasta llegar a un final sorprendente, haciendo que la lectura sea ligera y entretenida.
Así que, muy bien Gillian Flynn, has conseguido darme lo que estaba buscando. Algo que me enganchara e hiciera que mis ojos no se cerraran a los diez minutos de ponerme a leer. Y, lo más importante, has conseguido darme un libro que me hiciera olvidar por unas horas mi trabajo, mi carrera y mis oposiciones. Que no es que yo quiera olvidarme de todo ello, pero apartarlo un ratito de mi cabeza, aunque sea por un par de horas, es algo que me ayuda a irme a la cama con una gran sonrisa.