Mía es la venganza, de Friedrich Torberg
Uno de los primeros relatos escritos sobre el Holocausto y también uno de los más lúcidos y valientes; uno de los imprescindibles.
Suelo intentar, al escribir una reseña, no centrarme sólo y exclusivamente en el libro. Me gusta llegar al argumento indirectamente, introduciéndolo a partir de otros temas que puedan resultar interesantes, escribir sobre la vida del autor, darles una idea del argumento sin llegar a destriparlo y, sobre todo, transmitirles mis sensaciones al leer el libro. Además, quisiera hacerlo con un tono cercano y ameno. Sé que la inmensa mayoría de las veces todo queda en simple retórica, pero lo sigo intentado. Pero hoy no. Hoy, después de leer Mía es la venganza, no me parece razonable jugar con las palabras. Una historia como esta, sobre un tema como este, no admite lucimientos; sería, como poco, una frivolidad imperdonable.
El título ya impresiona: Mía es la venganza es una sentencia que aparece varias veces enla Biblia. Con ella se indica a los fieles que, a pesar de que sufran persecución o sean víctimas de todo tipo de injusticias, deben dejar la venganza en manos del Señor; Él castigará a los culpables cuando llegue el momento.
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A partir de esta idea, Friedrich Torberg, escritor y periodista austriaco descendiente de judíos praguenses, escribió un breve relato titulado Mía es la venganza. Destacado antifascista y sionista, tuvo que huir de Austria en 1938. Desde su exilio en Estados Unidos escribió este relato, uno de los primeros sobre el Holocausto –se publicó en 1943, cuando lo que estaba sucediendo en los campos de exterminio de Europa eran sólo terribles suposiciones–.
El argumento es muy sencillo. En noviembre de 1940 un hombre, el narrador, acude varios días seguidos al muelle de Nueva Jersey para esperar la llegada desde Europa de unos amigos. Allí se fija en un hombre vestido pobre pero pulcramente que día tras día vaga por el vestíbulo, inquieto y renqueante. El aire de misterioso fatalismo que envuelve al hombre termina por intrigar al narrador; ¿a quién espera?
Siguiendo estructura clásica de este tipo de relatos, el narrador, incapaz de soportar la curiosidad, aborda al hombre con una excusa y, al cabo de un rato, el desconocido le confía su historia mientras toman un café.
Una historia que comienza en Heidenburg, al comienzo de la SegundaGuerraMundial. Heidenburg es un campo de concentración “blando”, porque “incluso en el infierno, cuando uno está dentro, hay categorías. Y en la época en que me arrestaron a mí se daba por seguro que, por ejemplo, «uno de Dachau» era alguien favorecido por el destino frente a «uno de Buchenwald»… Y si a uno le enviaban a Heidenburg, podía considerarse dichoso. Así de extrañas son las formas de la dicha.” Que alguien relacione la dicha con ser enviado a un campo de concentración puede parecer paradójico, pero no es la única paradoja de Mía es la venganza.
La llegada a Heidenburg de Wagenseil, el nuevo Jefe de Grupo, cambiará por completo la vida en el campo para los prisioneros judios. Quizá debido a la fama de “menos malo” del anterior responsable del campo, Wagenseil se esforzará en instituir un nuevo régimen de horror; pronto será temido no solo por su brutalidad, sino sobre todo por las terribles formas de tortura psicológica a las someterá a los prisioneros judíos; una tortura para la que tiene un talento natural, alimentado con frialdad por la demencial retórica nazi sobre la superioridad de la raza.
Y en el contexto de esta presión psicológica, al tiempo que se enfrentan a la muerte y a la tortura, surgirá entre los presos judíos un dilema trascendental que les dividirá en dos bandos. ¿Hasta qué punto es uno amo de su destino? ¿Hasta dónde podemos elegir, quizá no lo que nos sucede, pero sí como afrontarlo?
La religión, el albedrío, la esperanza, el orgullo; las distintas formas en las que las personas se enfrentan a situaciones más allá de los límites, también el sentimiento de culpabilidad y la lealtad al grupo… parece increíble que tantos temas de tal trascendencia tengan cabida en un relato tan breve; no sólo uno de los primeros escritos sobre el Holocausto sino también uno de los más lúcidos y valientes, uno de los imprescindibles, como lo calificó Max Brod: libros que deben ser escritos, aunque “al leerlo, el mundo se desvanece en la oscuridad”.
El volumen publicado por Sajalín se completa con El regreso del Golem, un curioso relato que une, en una Praga recién ocupada por las tropas alemanas, la tradición y las leyendas judías con una historia de nazis a la caza de reliquias que recuerda vagamente a las películas de Indiana Jones. Un cuento interesante y original, aunque eclipsado por la fuerza oscura y turbadora de Mía es la venganza.
En suma, dos relatos de factura perfecta, capaces de describir el horror más profundo y despreciable sin perder la elegancia. Sobrio y fluido, inquietante y perturbador y, sobre todo, inteligente, el estilo de Torberg se enmarca en la mejor tradición literaria centroeuropea, recordando a grandes escritores como Stefan Zweig.
En más de una ocasión he hablado de libros que, en mi opinión, debían ser escritos para preservar en la memoria de la Humanidad (al menos de aquella parte que no se empeña en olvidar) hechos tan terribles y trascendentes como el Holocausto o Hiroshima. Sé que me vuelvo pesado con estos temas, y más hoy que me había propuesto ser directo y dejarme de retórica. Sé también que la mayoría de las veces, al elegir una lectura, nos apetece entretenernos en lugar de pensar en desgracias que a lo mejor no nos van a pasar a nosotros. Pero, como dice uno de los personajes de Mía es la venganza “mientras uno sólo de nosotros base sus esperanzas en ese «a lo mejor», mientras haya uno que crea que pasará «alguna otra cosa» antes de que lo alcance el destino que ya ha alcanzado a otros –y, entonces, Aschkenasy se levantó y alzó la voz y alzó los puños cerrados hacia sus sienes–, mientras alguien aún tenga la esperanza de que les tocará a todos, pero a él no, mientras tanto, nos seguirá tocando a todos”.
Es muy difícil añadir algo más a estas palabras.
Javier BR
javierbr@librosyliteratura.es
Otro para la pila de pendientes. Y es que tengo que apuntarlo por fuerza tras tu estupenda reseña. La temática nazi siempre me gusta mucho. Que esté formada por dos relatos también es otro punto a su favor, ya que este género me atrae bastante. Que te recuerde a Zweig es también otro factor importante y ese párrafo que has puesto me hace colocarlo sin dudar en la lista de pendientes.
Besotes!!!
Pues parece que lo tiene todo para gustarte… A mí también me atrae el tema (es curioso, porque me interesa mucho la Historia pero no me suele gustar la novela histórica) y, en este caso, el tratamiento del tema y el punto de vista del narrador arrojan una luz bastante original sobre una cuestión de la que, con posterioridad, se ha escrito mucho.
Gracias por tu comentario, Margarita.
Tremendo. Dan ganas de leerlo ya. Son esos libros que uno no disfruta, sino que sufre. y eso no está mal tratándose de un libro. Me dieron muchas ganas de leerlo! Saludos!
¡Hola, Javier! Tal como lo presentas parece un libro imprescindible (que añado, ay, a mi interminable lista de pendientes). Me gusta mucho cómo te expresas, ¿has escrito algún relato, o novela, o ensayo?Estoy segura de que sería un gran libro a reseñar, el tuyo. Un abrazo, S.
Yo te dirías más; son libros que se leen con un nudo en la garganta por el tema y por el sufrimiento de los protagonistas y, a la vez, se disfrutan por lo bien escritos que están y por lo inteligente del planteamiento. En este caso, gracias su elegante manera de escribir, Torberg nos ahorra lo truculento y se centra en la parte más psicológica, en los dilemas de los personajes. Ahora estoy terminando la reseña de “El pájaro pintado”, también ambientado en la Segunda Guerra Mundial, y es infinitamente más crudo.
Hola, Susana. Yo creo que es un libro que merece mayor difusión de la que ha tenido hasta ahora. En realidad es poco más que un cuento, pero es impactante.
Te agradezco infinitamente tus palabras, pero por suerte para la humanidad nunca he escrito nada excepto estas reseñas, en las que lo poco que puedan haber de bueno es mérito de los libros comentados y de sus autores. Escribir (como ilustrar) son palabras mayores.
Un abrazo.