Mitología, un viaje a los mundos imaginarios, de Christopher Dell
El ser humano. Desde que nació como tal, ha intentado encontrar sentido a lo que le rodea, buscando explicaciones a aquello que no ha podido entender lógicamente. Por ello, desde hace tiempos inmemoriales, la mitología se ha convertido en un espacio para desentrañar las raíces de nuestra creación, extrayendo de las historias antiguas, los razonamientos necesarios para entendernos a nosotros mismos. El hombre, la mujer, la vida, la muerte. Todos ellos mitos explicados por culturas ancestrales que intentaron encontrarle un significado a lo que, a lo mejor, no lo tenía. Porque la mente de los hombres necesita poner palabras a aquello que no ven, a aquello que descubren día a día. Por ello, la mitología es un viaje interior, al epicentro de todos nosotros, del mundo que se presente ante el ser humano con toda su bestialidad y que nos rodea con un manto tan peligroso que, a veces, tenemos que saber ponerle un nombre para poder hacerlo real.
Se trata de viajar a través de diferentes culturas para entender su visión del mundo, los misterios que encierran sus mitos, sus creaciones populares, para después entender los por qués de su actuación, de su vida, de su nacimiento y, como siempre, su posterior desintegración. Estamos ante un recorrido por el mundo imaginario que explica algo demasiado real: al ser humano.
Siempre me han fascinado los viajes al mundo de la mitología. Intrigado siempre por la creación de los mitos compro los títulos que encuentro sobre aquellas partes de la historia de una cultura que explican la creación del mundo. Por ello, cuando encontré “Mitología, un viaje a los mundos imaginarios” decidí hacerme con él y leerlo tranquilamente. ¿Y qué me encontré? ¿Qué pude descifrar de lo que nos ofrece Christopher Dell? Pues un mundo lleno de seres, de cuentos, de mitos, que nos ayudan a entender cuál es nuestro papel en la vida. En toda cultura, ya sea antigua o actual, la invención de creadores de hombres y mujeres, de dioses que nos acompañan en la otra vida e incluso en la muerte, ha sido un patrón común. Por mucho que todas ellas intenten explicar el mundo y dar a entender que la suya es la visión original, la única, la verdades, lo cierto es que muchas de ellas se solapan en cuanto a mitos se refiere. Por eso me ha interesado tanto este libro donde podemos ver cómo aztecas, cristianos, griegos, y un sin fin más de culturas que se expanden o expandieron a lo largo del mundo, comparten una raíz común en cuanto a sus creaciones mitológicas. Ninguna es la versión definitiva, y todas son complementarias. Y así, mientras vamos desgranando los diferentes puntos en los que se comparten visiones, nos damos cuenta de lo enriquecedor, lo abundante, lo lleno de vida que se encuentra el mundo de la fantasía. Porque, como ya dije antes, en la Historia del hombre, es imprescindible crear un nombre a aquello que no se puede explicar con nuestros propios ojos.
Si viviéramos en la Grecia clásica, sería Zeus el creador de hombres, pero si nos fuéramos a la tradición polinesia, descubriríamos que el nombre del mismo creador es Tiki y si, ya por último, echáramos un pequeño vistazo al Génesis veríamos que Jehová formó al hombre con polvo del suelo. Sin duda, nombres diferentes para una misma cuestión. Y es en este punto, en este momento, cuando nos damos cuenta que por mucho que utilicemos nombres diferentes, nombres que no suenan iguales, nos une un cordón umbilical muy parecido.
Porque, ¿si tenemos que poner nombres diferentes para una misma cosa, cómo podríamos ponernos de acuerdo en algo lo suficientemente pequeño?