Escribir siempre implica elegir. Se elige lo que se quiere contar pero, sobre todo, se escoge la manera. Dos personas pueden narrar la misma historia de formas muy distintas. La forma puede suponerlo todo, puede hacer que te enamores de ella o que la odies, que te sientas identificado o que te deje frío como un témpano. Que encuentres la verdad o no. Porque las palabras, eso lo sabemos todos muy bien, son armas que se pueden utilizar de infinitas maneras. Se pueden usar para calmar, para hacer soñar, para intimidar, para apoyar y también se pueden usar para herir. Todo dependiendo del fin que se quiera.
Al leer Nada se opone a la noche he sido más consciente de ello que nunca. He visto lo fácil que es querer llevar al lector por un camino concreto usando únicamente las palabras. Pero sobre todo me he quedado impresionada por la capacidad de la autora, Delphine de Vigan, de contar su vida a través de una trama adictiva y que bien podría formar parte de la lista de los thrillers más vendidos. Pero no estamos ante un thriller como tal, al igual que tampoco estamos ante una novela biográfica como tal. Estamos ante una obra especial que difícilmente podría encuadrar en un género o en otro, porque tiene tanto de los dos como nada. Así es este libro: un galimatías maravilloso.
La autora nos abre su corazón y hace una cosa que veo increíblemente difícil llevar a cabo: utiliza a su madre como protagonista justo después de que esta muriera. A través de las tres partes que componen este libro, conoceremos la vida de Lucille. Primero su infancia, dura y difícil donde las haya, avanzando poco a poco después en su adolescencia y madurez, pasando por el nacimiento de sus dos hijas. La autora utiliza una voz narrativa simple y directa que hace que el lector se sienta identificado enseguida con la vida de Lucille. Creo que es un acierto utilizar este tono intimista, como si el lector fuera parte de esta historia, ya que es la única manera de conseguir que el lector conozca a la protagonista, su vida y, por ende, a la propia autora que se esconde detrás de las palabras.
Pero lo que más sorprende de Nada se opone a la noche no es su trama, ni siquiera la exquisitez con la que está escrito, sino el fin que parece apreciarse detrás de todas estas páginas: pronto el lector va comprendiendo que es un trabajo necesario de autoayuda que la autora tiene que llevar a cabo. Sus palabras son su deshago, tanto que en momentos vemos todos esos traumas reflejados en el papel como si a la autora no le hubiera dado tiempo a ordenar sus ideas y las hubiera soltado todas de golpe para no dejarse ninguna en el tintero. Esa forma de narrar en algunas ocasiones hace que el lector entienda que es un libro más para ella que para él y eso genera una sensación extraña: por una parte es interesante meterte de esta forma en la mente de Delphine de Vigan pero por otra parte es posible que el lector se sienta un tanto incómodo, como si fuera un voyeur en una sesión terapéutica y entendiera que no debe conocer toda esa información.
Pero no nos pensemos que este es un libro de deshago en el que la escritora ha desparramado sus traumas por doquier y que va a resultar indiferente al lector. En absoluto. la historia en sí es tremendamente interesante y entretenida, ya que encontramos a muchos y variados personajes que tienen mucho que decir y que no dudan en opinar sobre la vida de Lucille. Esto hace que quien lo lee dude entre tantas versiones y no entienda muy bien cuál es la mejor ni la que más se adapta a la realidad. Ya sabéis, el poder de las palabras. Y eso me ha gustado especialmente, porque no me apetecía nada encontrarme una historia biográfica que me dejara fría e indiferente. Me ha gustado ser partícipe de esta trama, intentando yo misma averiguar qué se ocultaba detrás de la mente de Lucille.
En definitiva, ha sido un buen comienzo para introducirme en la escritura de esta autora francesa y, como siempre me ha demostrado la editorial Anagrama, es importante no olvidar que hay otro tipo de narrativa que se sale de lo convencional pero que da unos resultados maravillosos.