Reseña del cómic “Ojos de Halcón”, de Jeff Lemire y Ramón Peréz
Wunderkammer es un vocablo alemán que significa cuarto de las maravillas. Los wunderkammers eran muebles, en ocasiones habitaciones enteras, repletas de objetos fascinantes y misteriosos que a los nobles del siglo XVI les complacía mostrar a sus invitados. Los también denominados gabinetes de curiosidades (precursores de los museos actuales) guardaban desde fósiles y piedras preciosas a elementos que, por falta de medios para ser estudiados, se creían míticos o mágicos. No es de extrañar que el título del primer arco argumental de Ojos de Halcón haga referencia a esos cuartos de las maravillas que durante el Renacimiento fueron tan populares. Los personajes del freak show que se convertirán en la familia adoptiva de Clint Barton y su hermano Barney cuando eran unos críos bien podrían estar en uno de esos cuartos, así como la inocencia que poco a poco irán perdiendo. Por otro lado, el objeto de la misión a la que actualmente se enfrentan los dos Ojos de Halcón también sería digno de exposición. Pero wunderkammer, a la postre, tiene un significado bello y esperanzador, a pesar de que la misión a la que se enfrentan Clint y Kate pinte mal y a pesar de que las relaciones paternofiliales pinten peor.
Cuando Jeff Lemire y Ramón Pérez tomaron el testigo de manos de Matt Fraction y David Aja debieron pensar que jamás estarían a la altura. Por suerte, Lemire y Pérez tenían un as bajo la manga, un wunderkammer de historias para seguir explorando las vidas de Kate Bishop y Clint Barton. En realidad, y para no faltar a la verdad, Lemire solo nos relata una misión del team-up más gamberro de Marvel. El nombre de la misión es Proyecto Comunión y tanto Shield como Hydra están desesperados por hacerse con las armas que se esconden tras ese nombre. Ya en las primeras páginas del cómic Ojos de Halcón publicado por Panini Comics nos encontramos a los héroes en plena acción, pasándolas canutas, repartiendo leches, lanzando flechas explosivas y destilando un sinfín de increíbles, y en ocasiones hilarantes, escenas de acción. Pero lo que ocurre en el presente no deja de ser más que el producto del pasado. Así que el guionista intercala con acierto y precisión recuerdos del Clint niño así como momentos clave de la infancia de Kate. En conjunto, pasado y presente sumarán, y como la mariposa de la teoría del caos, Lemire bate sus alas y se aventura incluso a enseñarnos el futuro.
El cóctel de tres líneas temporales definidas y una pareja de superhéroes con tanta química que podría montar una empresa farmacéutica funciona desde el principio. La narración goza del dinamismo de una novela veraniega con la profundidad de un drama dickensiano. Por un lado tenemos al pequeño Clint convirtiéndose en el pupilo del Espadachín: maestro y figura paterna que dejará una impronta infame en nuestro superhéroe. Por otro lado tenemos al padre de Kate que se disfraza de buen padre pero que ni siquiera es buena persona. Ambos Ojos de Halcón obtendrán un vínculo de decepción hacia sus figuras paternas que, curiosamente, les servirá para abrirse camino hacia influencias más motivadoras. Jeff Lemire analiza la pérdida repentina de la inocencia, las decisiones que tomaron ambos héroes y cómo estas les fueron moldeando, además de hacer hincapié en cómo la bondad inherente en ellos les colocó en el camino correcto.
El arte de Ojos de Halcón corre a cargo de Ramón Pérez e Ian Herring. Tres líneas temporales, tres estilos de dibujo, tres estilos de coloreado. El pasado es un cuadro de acuarelas que, como recuerdos poco nítidos, se emborronan haciendo que las viñetas se diluyan y se mezclen entre sí. Aguadas de colores púrpuras y rosados con toques de amarillento (colores apacibles que evocan tranquilidad y cosas bonitas) que se manchan de rojo sangre en momentos violentos o se tiñen de tonos fríos en momentos de desdicha. Así es el pasado de Clint Barton. El de Kate es un poco menos difuso, su figura es la única que se muestra con claridad. Las viñetas se emborronan menos y los colores se muestran menos desdibujados. Kate es más joven que Clint, así que por lógica es normal que sus recuerdos lleguen a ella de forma más candente. Cuando la narración alcanza el presente el estilo artístico de Ramón Pérez toma como referencia el arte de David Aja: líneas duras y colores planos que nos llevarán de una base secreta de Hydra a ese apartamento de Clint en Brooklyn y que tan buenos momentos nos hizo pasar en el Ojo de Halcón de Fraction y Aja. El futuro, a través de los pinceles de Ramón Pérez e Ian Herring, es una probabilidad que se muestra como un boceto de colores y sombras que todavía están por acabar, pero que muestran a un Clint Barton avejentado y cínico y a una Kate Bishop madura y enfadada con todos. El contraste entre pasado, presente y futuro queda remarcado con esos tres estilos que son tan opuestos como compatibles, como Kate y Clint, como la compleja, divertida y absorbente relación entre los dos Ojos de Halcón.