Editada con el mimo que merecen las obras cuya recuperación es mucho más que un lanzamiento al mercado editorial, Paraísos oceánicos es sin duda una de las sorpresas más gratificantes que se puede encontrar en las librerías. En primer lugar por motivos estrictamente literarios, si lo que define una buena obra es que te permite vivir otras realidades sin duda ésta lo es porque logra que el lector pasee y se sienta parte de un mundo que ya no existe, pero que en las letras de Aurora Bertrana se puede disfrutar con tal intensidad que deja en ridículo el concepto de realidad aumentada que se utiliza en cuestiones tecnológicas. Pero no son solo literarias las razones de Paraísos oceánicos, algo no especialmente sorprendente tratándose de una edición de :Rata_, una editorial que publica las obras que necesita publicar, no por capricho, negocio o militancia, sino por necesidad literaria y puede que hasta fisiológica. ¿Y cuál es el origen de esa necesidad? Supongo que desde un punto topográfico el origen está claro, las tripas de Iolanda Batallé, pero no se trata de esa búsqueda, esta edición nace, o así lo creo, de Aurora Bertrana, la autora, un personalidad magnética que supo ser mujer y libre cuando la libertad era un lujo para las mujeres, que supo abrir la mente cuando las de sus conciudadanos se cerraban a cal y canto. Y pese a su éxito padeció las consecuencias de ambas cosas, de ser mujer y de ser libre, y que finalmente la condenó al olvido. Al menos fuera de su ámbito geográfico, que debiera haber sido el mundo pero no, me refiero a su Cataluña natal.
Paraísos oceánicos nace de una mirada limpia de prejuicios, de una mujer capaza de buscar la belleza en la belleza, sin condescendencia ni rastro de superioridad moral. Una mujer capaz de elogiar la libertad sexual en una época, en plena dictadura franquista, en que era un concepto herético de más allá de los pirineos. Aurora Bertrana tuvo una vida tan literaria como su obra, los círculos literarios le estaban vedados por su condición de mujer, pero para cuando publico estos paraísos (que gozaron de gran popularidad) ya había vivido en Suiza, en lo que entonces se llamaba, con cierto tono de anatema, “el extranjero” y fundado una orquesta femenina de jazz (en los años veinte, la primera orquestra femenina de Europa). Una mujer que viajó a Indonesia y la hizo suya, no la vivió con espíritu de colonizadora sino de espectadora deslumbrada.
Bertrana no sólo nos transmite sus experiencia y sus opiniones, nos regala la belleza de un paraíso que ya había empezado a dejar de serlo porque los occidentales lo habíamos inundado de alcohol, intrigas y prejuicios, pero que se mantenía lo suficientemente vivo como para que una autora de su sensibilidad nos lo mostrara como la dulce tierra de amor y belleza, pequeño paraíso de luz que vive en estas páginas.
Esta edición contiene, además, una breve biografía, la traducción de un capítulo de sus memorias y diversos paratextos que enriquecen la experiencia hasta convertirla en una de las que no se olvidan. Terminaré con algo que dice en la solapa que me parece es el cierre inmejorable a un texto sobre Paraísos oceánicos: Lee este libro porque, a pesar de todo, el mundo sigue siendo aún el lugar luminoso, abierto e inocente que aquí se describe.
Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es
Estupendo! Voy a por el libro.