“Perros y clarinetes”, de Sebastián Caboy y Joan March
Nicolás es uno de los muchos parados que pululan por esta España nuestra de corruptos y relaxing cups. Es un pringado, tal y como el mismo se define. Le gusta el jazz, toca el clarinete y vive solo —si no contamos con las visitas de un vecino de lo más cabrón, y oportuno. Un buen día su ex, harta de ver cómo desperdicia su vida sin hacer nada ni sacarle provecho, le regala un perro. “Te hará compañía y te dará algo que hacer. No puedes pasarte el día en casa de brazos cruzados. Debes empezar a asumir responsabilidades”. (Hay que ser muy puñetera para regalar algo así, sin consultar primero…)
Será a partir de entonces, debido a las andanzas en las que el perro, Jas —no Jazz— meterá a nuestro protagonista, cuando su vida cambie. Y es que un perro te cambia la vida, lo quieras o no, aunque Nicolás intentará sacarle partido. Nada más salir a la calle y tras algún que otro lío con un músico callejero asistiremos a unos cuantos patéticos intentos de ligue, aprovechando la existencia del perrito.
Perros y clarinetes no es una historia de amor, aunque lo hay. Es una crónica. Un relato costumbrista y un reflejo de la sociedad de nuestro tiempo. Inseguridades y miedos con tintes cómicos en una historia relajada, que es muy distinto que decir lenta.
Hay libros que apetecen leerse con una taza de té, fumando en tu mejor pipa y escuchando a Mozart. Pero yo ni tomo té ni fumo y soy más de Beethoven, así que recomiendo la lectura de Perros y clarinetes con un buen café. Con tranquilidad. Disfrutando la historia y el dibujo. La historia no es gran cosa en sí, —aunque sí atrapa— y el dibujo peca incluso de un infantilismo intencionado, pero el conjunto forma una obra muy agradable. (Y el entintado es soberbio).
Incluso sugiero que, si sois aficionados al jazz, os pongáis algún cedé, ya que a lo largo de la obra el protagonista tararea o usa su tocadiscos para escuchar este tipo de música.
Por otra parte, al decir que la historia no es gran cosa quiero decir que no cuenta nada del otro mundo. Es la vida tal y como sucede a diario. Un trozo de vida, un slice of life que dicen ahora, que bien podía ser el de cualquiera de nosotros… más o menos.
Ahí radica la grandeza de este cómic: en contar una historia en la que no hay asesinos que descubrir, superhéroes en pijama, vampiros o personajes de fábula… sino gente fichando en el INEM, tomando cervezas con sus amigos, conociendo a una chica, ocupándose de un perro, discutiendo con el vecino, tocando el clarinete en la calle….sobreviviendo en la realidad, sin que la plasmación de esto llegue a ser la traslación de algo aburrido o rutinario.
Por otra parte, y a pesar de que a mi los premios me la refanfinflan, algo tiene que tener este cómic para ganar la Mención Especial de la IV edición del Concurso de Novela Gráfica FNAC-Sins Entido.
Ha sido un gran descubrimiento y una delicia leer Perros y clarinetes.
Ahora ya sabéis. Preparáos un buen café, y disfrutadlo vosotros.