¿Cuánto nos exigimos como lectores? No sé si os lo habéis planteado alguna vez. ¿Elegís las lecturas dentro de una zona de confort más o menos amplia y conocida? ¿Os dejáis aconsejar por personas que están fuera de esa zona de confort? Qué demonios; ¿Os va la juerga? ¿El alboroto? ¿Sois de lecturas fáciles y lineales y de argumentos masticados? ¿O todo lo contrario? ¿O estáis en una zona intermedia? ¿O depende del momento? ¿O del café que hayas tomado?
Tengo un gran amigo que siempre me dice que no hay que tenerle miedo a ningún libro, que hay que atacarlos a todos por igual, aunque uno se enfrente a El arcoíris de la gravedad, por primera vez, sin saber quién es el tal Pynchon que sale en la cubierta.
La literatura tiene que ser para los valientes o no tiene que ser, sería un bonito blurb para, por ejemplo, el libro que hoy intento reseñar. Planos del otro mundo, un majestuoso y magnífico juego de espejos, de realidades, de historias dentro de historias, una novela con personajes arrancados directamente de las páginas de una novela de Donald Barthelme o del mismísimo ya mencionado Thomas Pynchon. ¡Que me aspen si no me lo he pasado tan bien como cuando leí El rey o Vineland o incluso El padre muerto!
¡Y eso que a mí las comparaciones no me gustan! Pero es inevitable, el señor Ryan Boudinot – de Seattle…y poco más- es uno esos autores, como los ya citados, que tiene la capacidad de mezclar géneros, de diluirlos, de hacerlos picadillo, y con las masa resultante, formar un género propio –deudor de alguna manera de todos los otros- y lanzárselo a la cara al lector para que él se apañe con el resultado. Joder ¿No os encanta eso? A mí rotundamente sí.
Boudinot nos ofrece un escenario de ciencia ficción – ¡de su ciencia ficción claro!- para Planos del otro mundo. Una ciencia ficción posmoderna claro; intrincada, solapada, incluso a veces meta literaria, donde la misma historia se repliega sobre sí misma. ¡Pero no nos asustemos! Una ciencia ficción, una novela, totalmente asequibles. ¿Un mundo donde el hombre ha creado clones de sí mismo llamados neohumanos y que éstos, con el tiempo, se han vuelto contra sus creadores, dando lugar a una cruel y brutal guerra llamada La Era de las Catástrofes y las Hostias más conocida como CAHOS? Con-ce-di-do. ¿Una sociedad donde los humanos llevan pequeños implantes en el cerebro que les permitan segregar estimulantes, fármacos y hasta curarse heridas de cualquier tipo, o borrar recuerdos a selección, pero que también los pueden convertir en simples avatares si dan su control a un DJ con el peligro que eso supone? ¡Concedido también! ¿Un campeón mundial de lavar platos con ataques de agobio que le hacen perder el conocimiento y con una hermana inmensamente gorda que sirve de cultivo de tejidos con domicilio en una caravana? ¡Por supuesto!
Y un exmilitar retirado, paranoico y de pasado ultra violento, una estrella del cine prefabricada y con el apellido más jodidamente genial que hayáis visto, una archivista rodeada de clones Federicos en una versión gamberra y lisérgica de Alicia en el país de las maravillas y más, mucho más. ¡Incluso sale un pescarrobot en una de las escenas más memorables y divertidas de todos los siglos!
Articulada en capítulos alternos, casi como si fuera un fix-up, Planos del otro mundo constituye una especie de diario de dos épocas. Por un lado los capítulos dedicados a la época post-CAHOS, una vez ya se ha restablecido de nuevo la paz en la tierra y los humanos y los neohumanos viven de nuevo en armonía y por otro la época pre-CAHOS, presentada en una suerte de entrevista a un tipo que nos cuenta la clave de unas cuantas cosas…o no.
Boudinot es un tipo maravilloso, a estas alturas ya os habréis dado cuenta. No solo retuerce el género, como ya os comentaba antes, además lo hace escribiendo inmensamente bien -¡Y menuda traducción la de José Luís Amores!- con un ritmo buenísimo y con un estilo sobrio y señorial pero que esconde al tipo más loco de todo el barrio. Un poco como ver a alguien con un inmaculado traje negro entallado y, asomando por sus pies, unos deliciosos calcetines color rosa, que se suman a la corbata verde menta y a la camisa amarillo canario que sirve de fondo a este collage imposible pero distinguido.
Boudinot deja al lector la decisión de cribar la verdad en estas historias, de ver entre el humo y los espejos, de quedarse con una verdad de las múltiples que se abren. O de no hacer nada. ¿Sátira infinita, denuncia aplastante de la sociedad consumista, aviso inminente de un futuro oscuro donde dejaremos en manos de otros nuestras vidas, relato atroz del mundo en el que ya vivimos? ¿Simple divertimento? ¿Qué demonios ha escrito Boudinot?
Cada uno que elija lo que más le guste.