No podía dejar pasar la ocasión de venir a hablarles de este nuevo libro de Ana Alcolea. Y no, en esta ocasión no es un libro infantil o juvenil, que ya saben que por su buen hacer literario en ese terreno ha recibido el Premio Cervantes Chico 2016, es porque Postales coloreadas, su última novela, es para nosotros, para jóvenes y adultos a los que nos gusta leer, entretenernos y buscar siempre un poco más allá de las palabras, leer incluso en los espacios en blanco.
La autora nos guía por su lejana historia familiar:
“Mi abuela no nació junto a ningún río, ni siquiera a la orilla de un canal, como yo, que vine al mundo al norte de uno, muy cerca de donde habían estado los soldados franceses cuando la guerra de la Independencia, muy cerca también de donde estuvo el polvorín que estalló cuando la otra guerra, la civil, y que destrozó medio barrio y la casa de mis abuelos…”.
Y cuando parece que es ahí donde empezará la historia, casi sin darnos cuenta nos lleva volando en el tiempo hasta la Almería de finales del Siglo XIX, y concretamente hasta la casa de Don Mateo y Doña Margarita, los primeros familiares a los que se remontará esta saga familiar. Y a Juan, hijo de éstos, que será la columna vertebral y dará continuidad a de toda esta historia.
Me encanta como Alcolea se nos va haciendo presente de vez en cuando para recordarnos que estamos ante una novela, es posible que también lo haga para recordárselo a ella misma, porque lo que tengo entre manos en una mezcla de hoy y ayer, pero también de ficción y realidad, de recuerdos y de sueños, de deseos de saber o de no saber, incluso deseos de hablar o de callar.
Me ha gustado intuir de donde le viene a la autora el amor por Italia, por la música, por la mejor de las músicas, su deseo de aprender y sobre todo de enseñar las palabras que tanto ama y que tantas y tantas mujeres de su familia no pudieron utilizar, incluso deseándolo.
Así era la vida, el mundo era de los hombres, incluso los mejores eran tremendamente injustos con las mujeres a las que querían y a las que creían respetar.
Parecía que nos íbamos a mover entre gentes refinadas y cultas, pero ya saben que si la realidad muchas veces supera a la ficción, este es el caso. Su bisabuelo Juan se enamoró del futuro, y el futuro lo llevó lejos, muy lejos de todo aquel bienestar que un día abandonó para no volver a él nunca más.
Y en ese futuro, que era el ferrocarril, es donde podría decir que su vida se empieza a unir a la mía. El Ferrocarril. Esas familias con hijos nacidos en cada estación a las que iban destinados los trabajadores… Siempre me ha llamado la atención lo poco que viajaban los poseedores de aquel bien tan preciado llamado “kilométrico”, y que no era otra cosa que un pasaporte para viajar gratis en tren que tenían los hijos de los ferroviarios hasta que se casaban. En mi caso hubiese sido, seguro, un pasaporte a la felicidad 😉
La vida de los ferroviarios daba muchas vueltas, tantas que Juan acaba casándose con una joven gallega a la que arrastrará por la vida y por los más diversos lugares de España, desde grandes ciudades como Madrid a los más pequeños y casi desérticos pueblos de Teruel… ¡Pobre provincia de Teruel que ya nació siendo pobre! Para terminar en Zaragoza… En la antigua estación de Utrillas que hoy es un centro comercial sin ningún encanto. La historia que a mí me incumbe, termina también en Zaragoza, en este caso en la estación del Norte, hoy convertida en un gran centro cultural, que si bien se ha conservado en parte, se dejaron perder las grandes estructuras del techo en la zonas de los andenes… y hoy la ciudad se lamenta también por ello.
Ya ven, todo un recorrido vital en el que Ana Alcolea nos muestra un amplio abanico de personajes, todos tratados con respeto y cariño, pues como la propia autora repite a quien se lo quiera preguntar, es este su libro más personal, ese en el que ha puesto muchos años de trabajo, años de recuerdos reales y ficticios, esos libros que se escriben para que no desaparezcan las palabras y las historias que un día otros nos contaron.
Pero no por eso esconde la dura realidad que les rodeó, una historia novelada que nos va dando datos históricos para situarnos en todo momento en un lugar y un momento, y la autora presente aquí y allá para puntualizar, para frenar a la escritora en sus afanes novelescos, a los que en ocasiones cede, siendo en esos casos fiel con el lector, haciéndole cómplice de sus necesidades… Y dejar que así, la novela fluya.
Una historia contada como se cuentan los cuentos, sin capítulos, dando continuidad al pensamiento, a la historia, que quiere hacer que transcurra como la vida, toda seguida, dejando vías abiertas en unos sitios y cerrando otras de forma tajante.
Una autora que sí es profeta en su tierra, pues este año ha sido la pregonera de la Feria del Libro de Zaragoza donde es seguro que habrá firmado muchísimos ejemplares de estas Postales coloreadas, pero no dudo ni por un momento que frete a las casetas en las que estuviese habría montones de chavales con sus libros des siempre para que se los firmase ¿Qué chaval de primaria o secundaria no conoce a Ana Alcolea? Una de las mujeres más placeadas de España y que más colegios e Institutos ha recorrido en este país 😉
La portada es de Alberto Gamón ¡Qué delicia! Si me emocionó antes de leer el libro por su belleza, imagínenme ahora que he leído el libro y puedo darle sentido. Mi particular sentido, claro, el que yo quiero que sea, el que necesito que sea. A nuestro presente ha llegado el futuro y el sueño de ELLAS, de aquellas que nos precedieron, a las que les robaron el poder de las palabras, si algo se puede rescatar de lo que de ellas queda en nosotras, hay que hacerlo, y hacerlo como lo ha hecho Alcolea ha sido un lujo y un regalazo para lectoras como yo.