Primera temporada, de Enric Pardo
Hace un tiempo leí en Twitter: “la vida es como una serie, sólo que sin los créditos finales”. No sé quien lo escribió, pero en cualquier caso yo lo compartí porque me parecía exactamente lo que yo pensaba. Yo soy adicto a tres cosas en mi vida: los libros, las series, y el día a día. Sí, suena romántico, lo sé, pero es tan cierto como que yo me levanto todos los días y si no tomo un café no soy persona. Pero como yo ya lo he tomado mientras escribo esto y me he convertido en un ser humano al 100%, resulta que puedo hablar tranquilamente de Primera temporada porque al leerlo he recordado esa frase de la red social del pajarito y me he parado a pensar en cuántas veces he comparado mi vida con esas series que, con sus cuarenta minutos por capítulo, consiguieron estremecerme o enseñarme cosas a partes iguales. Y es que el amor que he sentido por las series es casi igual que el amor que he sentido por las personas: a veces me he equivocado y otras he acertado de pleno, pero al final, de una forma increíble, me he sentido vacío cuando todo terminaba, con esa sensación de soledad que te deja una buena historia cuando sabes que ha acabado. En el tema del amor somos como los episodios piloto: uno no sabe lo que se va a encontrar, pero vamos conociendo al personaje principal. Cuando el amor se apaga, es como uno de esos capítulos que llenan tanto la pantalla que somos incapaces de olvidarlos. Y a veces, también, hay amores que son como capítulos de relleno: sexo y pasión sí, pero poco sentimiento. La vida es como las series, o como este libro vaya, que es como si tu amigo del alma te hablara desde las páginas y tú le dijeras: tienes razón tío, toda la razón.
Cliff es un adicto a las series. Todo lo compara con ellas. Cuando se enamora de California, su mundo se pone patas arriba. Porque si la vida es como una serie, el comienzo de su primera temporada nos dirá que en el amor podemos equivocarnos, que la amistad está por encima de todo, y que, por qué no decirlo, podemos ser un poco gilipollas, si con eso conseguimos ser felices.
Hay que hacer justicia. Este libro cayó en mis manos por la recomendación, una vez más, de @Toliol que, además, aparece en Primera temporada como un personaje más. Y yo ya he dicho que, de normal, sus recomendaciones me las tomo al pie de la letra. Una vez más, agradezco que me lo acercara. Supongamos que, cuando uno abre el libro, y no sabe absolutamente nada de la historia que contiene, se crea unas expectativas sobre lo que será y lo que nos hará sentir. Después, como consecuencia lógica, estará la posibilidad de que éstas se vean recompensadas o, por el contrario, defraudadas. Si uno tuviera que hacer un análisis de lo que nos encontramos en el libro de Enric Pardo podría resumirlo así: os reiréis hasta que os hartéis, veréis una historia de amor que no es perfecta pero es que hoy en día no hay nada perfecto, y además todo eso aderezado con las mejores series que ha parido la mente de algunos genios que nos mantuvieron pegados a la pantalla y que, hoy en día, echamos de menos. Soy poco aficionado a dorar la píldora a nadie y, cuando escribo, suelo hacerlo desde la emoción que me haya hecho vivir el libro. Pero es curioso, hay una característica que lo describe a la perfección: es como una montaña rusa de emociones. Tan pronto como te encuentras riendo, resulta que hay una reflexión que te deja mudo, y otra vez vuelves a reírte, para después emocionarte y pensar que qué idiotas somos los hombres cuando el amor entra en escena.
Enric Pardo escribe raudo, veloz, con esa especie de rapidez que los guionistas imprimen en sus series. Por momentos, en algún que otro capítulo, me he visto inmerso en escenas que, sin dudarlo, podrían haber estado escritas, guionizadas o dialogadas por Aaron Sorkin o por David Simon, dos grandes hombres que cambiaron la forma de traernos el cine en pequeño formato a casa. Primera temporada, que bebe de todas esas fuentes sin llegar a ahogarse, es una historia de su tiempo. Porque hoy en día todos estamos conectados por las redes sociales, todos nos enamoramos de alguien que no debemos, estamos ciegos ante lo que de verdad importa y que casi siempre está a nuestro lado, y además, repetimos los errores una y otra vez. La vida es como una serie, como un capítulo alargado que no queremos que termine nunca. Pero es curioso como, aunque no aparezcan los créditos finales, en este libro pediremos que no se hagan realidad porque, sin exagerar, no querremos que termine nunca.