Con Rayuela, y con Julio Cortázar en particular, siempre tengo el mismo problema: qué fácil y qué difícil se me hace hablar de este libro y del cronopio. Es tremendamente fácil porque al cronopio llevo queriéndole toda la vida y ya no es que sea un pilar fundamental en mi educación literaria, sino que lo es también en casi todos los niveles de mi vida. Julio me enseñó a ver el mundo de otra forma y siempre me van a faltar palabras para agradecérselo. Con Rayuela, su obra más conocida, me ocurre otro tanto. Gracias a este libro descubrí al cronopio y recuerdo perfectamente la primera vez que lo leí. Tenía apenas dieciséis años, era verano y sus páginas me acompañaron en las calurosas noches en las que lo leí tumbada en el sofá de casa de mis padres. Me ocurrió un poco lo que dice el cronopio que han de ocurrirle a las personas con el amor: me quedé estaqueada en la mitad del patio. Comprendí, leyéndole, que existía otro tipo de literatura, que hay escritores que son magia pura y que yo quería, sin ninguna duda, ser una cronopia. Después de Rayuela leí el resto de sus libros y su obra poética, que tanto he disfrutado. Pero Rayuela… qué difícil es hablar de Rayuela y encontrar las palabras exactas, ser capaz de definirla con la magia que se merece y estar a la altura de Cortázar (y eso que el cronopio era alto).
Tengo además la, para mí, maravillosa manía de coleccionar Rayuelas. Tengo varias ediciones españolas, una edición argentina, inglesa, francesa, italiana y otras tantas que están por venir. Entenderéis ahora que me diera un vuelvo el corazón cuando vi esta edición conmemorativa de la Real Academia Española y de la Asociación de Academias de la lengua Española. Obviamente, era un asunto de vital importancia que esta nueva Rayuela estuviera entre mis manos y ahora, al fin, puedo respirar tranquila.
No voy a hablaros de Rayuela porque, como he dicho antes, para mí es tremendamente difícil. No voy a contaros lo maravilloso de sus personajes, de su historia y diálogos. No pienso deciros que si aún no la habéis leído sois unos afortunados, porque si llegáis a sentir ese primer flechazo con el cronopio sentiré mucha envida. No os diré que siempre estuve enamorada de Oliveira, que yo más que la Maga prefería ser Talita, que siempre quise fumarme un Gaulois sentada en el Pont des Arts (y ya lo hice) desde que leí la novela. Que hay libros y libros y luego ya está Rayuela.
No voy a contaros todo eso porque lo maravilloso de Cortázar es encontrarse con él, de la manera más inesperada y sentir esa llamada del cronopio. Os diré, eso sí, que si por algún casual todavía no habéis leído Rayuela y con mis palabras os ha entrada la curiosidad, esa llamada, esta edición me parece una manera perfecta de acercarse a él. Ya no solo por los artículos que podemos encontrar al principio y que son la mejor forma de acercarse al cronopio: artículos de Gabriel García Márquez, Adolfo Bioy Casares, Vargas Llosa, Carlos Fuentes o Sergio Ramírez, sino por todas las notas al texto y el precioso cuaderno de bitácoras y transcripciones del propio autor. Para mí ha sido como cuando abría un regalo la mañana de Reyes: absoluta fascinación. Y creo que aún tengo la boca abierta. Acercaos a Cortázar, intentadlo. Una vez que se entra en su mundo, os garantizo que no se sale. Palabra de cronopia.
Me ha encantado tu reseña. Pronto, lo iniciaré. ¡Gracias!
¡Muchas gracias! Es una maravilla de libro 🙂