Más de sesenta años después de que Los siete samuráis de Akira Kurosawa se estrenara en los cines, continúa siendo una de las mejores y más influyentes películas de todos los tiempos.
Podría pensarse que Akira Kurosawa no se esperaba que su película, con el tiempo, alcanzara tal éxito; que la crítica se rindiera a sus pies de igual forma que lo hizo el público; que llegara a estar nominada en los Oscars… Pero hablamos de un director que poseía un ego descomunal y que era capaz de llevar al límite a sus actores con tal de que una escena se mostrase en pantalla como él la veía en su mente. Baste como ejemplo la batalla final: escena bellísima y épica, clímax del filme, que no alcanza las tres horas y media de duración por unos minutos, en la que los samuráis defienden la ciudad bajo un tremendo aguacero. Escena que debería haberse rodado en verano pero que entre parones y retrasos, algunos de ellos propiciados por el desmesurado incremento de los costes, tuvo que filmarse en invierno, con el resultado de que algunos actores, después de que Kurosawa gritara ¡corten!, apenas podían moverse debido a estar totalmente ateridos de frío.
A pesar de esa media sonrisa tímida y de poseer un rostro de buenazo, no es de extrañar que algunos lo consideraran un megalómano obsesivo incapaz de aceptar el fracaso, un tipo que huía de las malas críticas (nos ha jodido ¿y quién no?) porque era incapaz de soportar la más mínima, algo que en su momento lo llevaría a intentar suicidarse. Por ello su esfuerzo infectaba a los que le rodeaban, llevándoles a entregarse en cuerpo y alma; aunque fuera en contra de su voluntad. Si el filme trataba sobre samuráis, y teniendo en cuenta que Kurosawa venía de una estirpe de estos guerreros que moraron en la época feudal de Japón, para él era un deber que el resultado fuera de sobresaliente. Así pues, sí, seguro que Akira Kurosawa sabía que Los siete samuráis sería un éxito, pues había puesto todo su empeño en que su tarea no solo llegara a buen puerto, sino que cuando lo hiciera no pasara desapercibida.
De igual forma pasa con el manga que nos ocupa hoy: Samurái 7 no pasa desapercibido.
Samurái 7, de Akira Kurosawa y Mizutaka Suho, nos cuenta a grandes rasgos la misma historia que el filme ya narró en la década de los cincuenta. Los habitantes de un pequeño pueblo, que periódicamente son atacados por una banda de villanos que expolia todos sus bienes y cosechas, envían una partida en busca de ayuda. La guerra ha acabado y, donde antes habitaban samuráis que servían con honor a su señor, ahora solo hay ronin que venden su espada al mejor postor. Por lo cual, guerreros no sobran. El problema es que los aldeanos, debido a los sucesivos saqueos, no tienen dinero con el que contratar a esos guerreros vagabundos. Tras intentarlo con algunos, ofreciendo solo comida y poco más, y tras recibir solo negativas, burlas y algún que otro insulto, aparece en sus vidas Katsuhiro. El joven muchacho, un samurái que oculta algunos secretos tras su apariencia de guerrero errante, se apiada de ellos y se encarga de reclutar a seis samuráis más; pues parece ser que con siete samuráis bien entrenados serían capaces de defender la pequeña aldea.
Como he mencionado anteriormente, este manga narra a grandes rasgos lo que ya hizo la película de Kurosawa; pero tiene sus diferencias. Y ciertamente son muy notables. La más significativa se pone de manifiesto en cuanto ves que por entre las páginas de este manga aparecen mechas, robots de toda clase, naves espaciales, ciborgs y construcciones de acero que nada tienen que ver con la época de Oda Nobunaga. Con todo, algo de esa época sí que hallaremos entre las páginas de este manga, pues este mundo futurista (retrofuturista más bien) repleto de contrastes, se mezcla con los vestuarios y las viviendas tradicionales que se podían encontrar en el Japón del siglo XVI. Por este motivo, algunos de los samuráis protagonistas de este shonen de ciencia ficción, a pesar de vestir ropajes tradicionales, portan espadas que son mitad katana y mitad arma de destrucción masiva. Elemento imprescindible cuando hay que enfrentarse a los Raiden: gigantescos robots manejados por humanos.
A pesar de estas marcadas y extravagantes diferencias, este primer volumen publicado por Panini Cómics traslada a las viñetas, con una fidelidad algo desvaída pero con admiración, la historia ya narrada en Los siete samuráis. Y lo hace gracias al idóneo dibujo de un desconocido Mizutaka Suho, que sobretodo sobresale en las excelentes escenas de acción.
En definitiva, este primer volumen de Samurái 7, a pesar de poseer un envoltorio que difiere bastante de la obra maestra de Akira Kurosawa, sigue manteniendo una chispa de ese espíritu que fluye hasta el espectador cada vez que los siete valientes guerreros empuñan sus armas.
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