Sangre de tinta, de Cornelia Funke
Hablo mucho, tanto que a veces hasta yo considero que debo callar. Pero en ocasiones, incluso sabiéndolo, me es imposible dejar de hacerlo por una cuestión: un libro que me ha gustado demasiado. Quizás sea pedante lo que estoy diciendo, pero si hay una obra que me ha llamado especialmente la atención la tendré en mi boca durante días, quizá incluso meses, recomendándola a diestro y siniestro, siempre que tenga ocasión. Si a todo eso, le sumamos que esas ocasiones vengan de la mano de un libro de literatura juvenil, el niño que yo llevo dentro salta de alegría y convierte en una auténtica fiesta tener este espacio para hablar de él. Me sucede con pocos autores, pero Cornelia Funke es una de ellas. Será por su capacidad de recrear mundos imaginarios, será porque se le nota la pasión a la hora de escribir sus libros, o será simplemente porque yo, desde muy pequeño, descubrí la pasión por la lectura, el caso es que cuando llegó a mis manos Sangre de tinta algo se quebró, no en un sentido negativo, todo lo contrario, porque fue como uno de esos viajes de la infancia que hacemos con la familia y en el que los recuerdos son lo suficientemente buenos como para no olvidarlos nunca. ¿Qué me decís? ¿No creéis que si un libro consigue eso, a pesar de ser yo un adulto ya desde hace mucho tiempo, se merece todos los honores? No entenderé nunca esto de cerrarnos en banda a la hora de leer un libro por denominarse “para jóvenes”. Si yo he disfrutado, cualquiera puede. Y lo interesante, en este caso, es poder viajar a través de las páginas sin más brújula que la que nos proporciona la autora. Todo un privilegio.
La vida parece apacible para Meggie, pero eso está a punto de cambiar. Ha heredado de su padre el don de dar vida a los personajes de los libros y deberá emprender un nuevo viaje al mundo de Tinta, donde se reencontrará con aquellos amigos y enemigos con los que ya coincidió en su anterior aventura.
El tiempo, cuando se detiene, puede ser bueno o mortal. No hay término medio. Si algo para las agujas del reloj es porque lo que estamos viviendo nos afecta de una forma extraordinaria. Sangre de tinta – segunda parte de la trilogía – devuelve la expresión “quedarnos de piedra” al mundo real, al del instante más inmediato, porque su historia absorbe desde la primera página. ¿Alguien que puede dar vida a los personajes de los cuentos? ¡Es mi sueño! Cuántas veces no habré soñado yo con hacer algo parecido, con creerme el hacedor de seres mágicos, de amigos que a través de las páginas fueron forjando nuestra amistad hasta bien entrada la adolescencia – y eso que, ahora mismo, yo ya estoy más por la treintena que por veintena -, y que convirtieron las tardes soleadas y las lluviosas en oasis donde perderse sin tener ningún poder de decisión. Cornelia Funke lo vuelve a hacer, con maestría, con la pasión de las creadoras que saben lo que hacen, con esa profesionalidad de las tejedoras de tapices llenos de colores y que convierten su trabajo en un arte para cualquiera que sea el sentido por el que nos entre su imagen. No hay más que decir, o quizá sí, pero las palabras se atascan cuando tengo que hablar de este libro, de esta trilogía en general, porque cuando vive en los libros – sin perder de vista la realidad, la cruda realidad – se da cuenta de lo beneficiosos, lo alentadores, lo mágicos, que son estos objetos que ya dejan de serlo para convertirse en algo distinto, en algo que se comparte con la humanidad entera, con el mundo entero, en una suerte de compañía lectora que convierte la experiencia en algo más, no en simple lectura.
Sangre de tinta, esperada con impaciencia pero saboreada con lentitud, supone un nuevo escalón para esta autora. He vivido, a lo largo de este tiempo, muchas aventuras que podría contar, pero ninguna como esta. Quizás sea por mi pasión por Cornelia Funke que consigue siempre hipnotizarme, al principio lentamente, después, cada vez que abro sus libros, de una forma rápida, sin que nada de lo que hay a mi alrededor me perturbe. Son sus historias, también ella, la que ha nublado en cierta forma mi realidad, la que la ha convertido en algo mucho mejor, implicándome en la historia, viviendo la historia por encima de todo, resumiendo este libro en una palabra, en esa palabra que lo engloba todo, que lo define todo: maravilla.
No quiero parecer demasiado condescendiente pero me ha encantado el blog. Enhorabuena.