Reseña del cómic “Soledad. La última alegría”, de Tito
Hace tiempo que sigo a Álvaro Pons. Desde los tiempos en los que escribía con regularidad en La Cárcel de Papel. Es una eminencia, un pozo de sabiduría en esto de los cómics y aunque no siempre le hago caso, suelo coincidir en sus recomendaciones comiqueras. En agosto del año pasado vi en su Twitter o Instagram, ni lo recuerdo ni importa, la portada de este Soledad anunciándolo como todo un acontecimiento dentro del mundillo. Y lo cierto es que con semejante portada, sin Álvaro Pons por medio, ya tenía claro que me interesaba leerlo.
La estampa de una anciana, con sus arrugas bien puestas y definitorias en la cara, vestida de negro y bordando componiendo una imagen tan típica de esta España nuestra era un reclamo poderosísimo. Se intuía una historia amarga, realista y veraz en su interior. Una historia de soledades, como dice el título, aunque este se refiere al nombre del pueblo.
Y eso es lo que he encontrado. Bueno, en realidad no he encontrado una sola historia sino ocho. Ocho historias rurales ambientadas en los años ochenta, en los últimos años del franquismo y de la transición, en un pueblo toledano y con unos protagonistas, en la mayoría de ellas, no jóvenes precisamente.
Unas historias que hablan de la España vaciada, de la resignación de su pobre situación, de los jóvenes que se van del pueblo y buscan trabajo en una capital en la que ETA comete sus atentados, de las mujeres que vivieron la posguerra y la pérdida de sus seres queridos haciéndose compañía tejiendo al fresco de la callejuela, de la sombra alargada y no nombrada de la dictadura (se habla incluso de un segundo y un tercer golpe de Estado y en otra historia se afirma que antes de que muriera Franco estábamos mejor, que había paz y que las ideas democráticas de Juan Carlos el Pichabrava solo nos han traído desgracias)…
En Soledad habla mucho y bien de la pérdida de un amigo, aunque este sea un perro, incluso cuando no hay diálogos ni bocadillos en off, de la mala conciencia que les queda a los vivos por haber obrado mal en el pasado, de la vuelta a la casa de la infancia quince años después en busca de ese amor de juventud que le marcó a uno para siempre, del cierre de la escuela del pueblo y el consiguiente principio del fin del pueblo, de ancianos solitarios a quienes sus hijos no visitan ni siquiera en Navidad…
Tito cuenta las diferentes tramas con sensibilidad y talento, sin meter el dedo en la llaga, pero diciéndote dónde está esa llaga. No hace leña del árbol caído pero te llega el mensaje y la sensación agridulce de cada uno de los relatos.
Por otra parte el dibujo es claro e hiperrealista, no ahorra detalles a la vista y hace aún más entretenida la ya de por sí interesante lectura.
Según parece Cascaborra rescata con este Soledad el primero de los seis tomos que componen la edición integral ideada en su día por Tito.
¿Qué más puedo decir de esta pequeña joyita además de que Álvaro Pons es el responsable del prólogo de este cómic?
Indispensable para todos quienes quieran conocer nuestros pueblos, nuestra historia y nuestra gente. INDISPENSABLE.