Una rata antropomorfa, algo achaparrada pero con un torso y unos brazos que serían la envidia de un culturista. Piernas menudas que finalizan en unas botas gigantescas. En su rostro una mirada aviesa bajo un ceño dolorosamente fruncido. Media sonrisa de suficiencia a la sombra de un morro que aparece coronado por una enorme narizota. En la espalda del roedor pende una escopeta recortada. La mala leche fluye desde cada átomo del animal. Así era Solo la primera vez que el dibujante Oscar Martín realizó un boceto de su personaje insignia. Luego la rata vengadora iría evolucionando: su figura se estilizaría (como si hubiera rebajado su desmesurada ingesta de anabolizantes), su ceño se dulcificaría un poco (lo justo para pasar de dar muy mal rollo a dar mal rollo a secas) y al fin, y sobre todo en esos primeros planos del personaje en el que se nos revelaba su mirada, descubriríamos la heterocromía del iris que sufría Solo. Era 1997 y Solo era un cómic de serie B en formato grapa que había nacido porque Oscar Martín quería divertirse un poco. Contar historias en las que la violencia, la sangre y el humor cafre lo inundaran todo era su única meta. Pero entonces Solo se convirtió en un cómic underground de culto. Un cómic que buscar por cada rincón, por cada kiosco, por cada tienda de cómics y mercado dominical de segunda mano para conseguir el número que faltaba. El cómic que hoy os traigo es un reboot de aquella historia que en 1997 Oscar Martín nos relató.
En Solo: Mundo caníbal retomamos la historia poco tiempo después de lo acontecido en Solo: Los supervivientes del caos. Nuestro roedor protagonista vuelve a casa tras un día de caza y descubre que algo terrible ha ocurrido. Solo se embarcará en su vendetta personal, al estilo película de acción en la que Liam Neeson mata a todo lo que se menea. Y entre disparo y disparo los pensamientos de corte filosófico de la rata acompañarán al lector. Si en el álbum anterior estos trataban sobre la soledad y la necesidad de amar, en este nos mostrará las diferentes etapas del duelo.
Al igual que en Solo: Los supervivientes del caos nos hallamos ante un guion que es solo una excusa para armar una historia endiabladamente violenta. Degollar, abrir en canal, arrancar miembros, destripar, agujerear la carne mediante proyectiles… Son solo algunos de los métodos que el protagonista utiliza para abrirse camino hasta su meta. Y aunque la violencia con tintes de gore reina durante toda la historia también existen momentos de conciliación (Solo y sus ensoñaciones sobre un mundo mejor con un prado verde como telón de fondo) o conmovedores (el encuentro con el cachorro de perro).
El dibujo vuelve a mostrarse como la principal atracción del cómic. Oscar Martín pone toda la carne en el asador y diría que nos ofrece un arte por encima incluso del álbum anterior. Cachocarnes, moradores, solitarios o perros son algunos de los seres que encontraremos en los desiertos y lugares postapocalípticos que surgen de la mente del autor. El diseño de los personajes puede recordar a una compacta amalgama entre los animales que podemos encontrar en las películas de Disney o en los dibujos de Tom y Jerry, pero con un toque adulto dejando de lado todo lo pueril que tienen dichas historias. El color en conjunto parece mostrar una variedad cromática algo más extensa que Solo: Los supervivientes del caos, coloreando paisajes desérticos con tonos algo menos ocres y con más luminosidad en las escenas diurnas.
La edición por parte de Panini Cómics y Ominiky Ediciones es casi impecable. El álbum es del estilo y tamaño franco belga ofreciendo al lector la experiencia adecuada para enfrascarse en la lectura y disfrutar del cómic como si fuera una película de dibujos animados. Algunos errores tipográficos que afectan a la ortografía hacen bajar algo la nota del conjunto (harto sin hache es doloroso para la vista). Con todo, es de agradecer los extras que tanto en Solo: Los supervivientes del caos como en este cómic se han añadido. Fichas técnicas de personajes, bocetos e ilustraciones a doble página que podrían convertirse en un espectacular póster con el que vestir las paredes de una habitación.
Solo: Mundo caníbal es un cómic que atrapa al lector y lo lanza sin mesura a una vorágine de violencia en un mundo estéril. Un mundo creado por la fecunda imaginación del dibujante Oscar Martín que nuevamente vuelve a hipnotizarnos con esos extraordinarios dibujos que parecen cobrar vida en cada viñeta.
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