Pensar en Nicholas Sparks es pensar en romanticismo. En grandes historias de amor que dejan sin aliento a quien las lee. Es el caso de El cuaderno de Noah, Cuando te encuentre o, mi favorita, Un lugar donde refugiarse. Si algo tienen en común es que son historias cuyos protagonistas tienen tal personalidad que son capaces de llegar a enamorar a través del papel. Sparks nos da personajes carismáticos, misteriosos, bondadosos y mágicos. Por ello, quizás, se podría decir que está un poco encasillado y que nada más que sabe escribir novelas de chico conoce a chica. A mí sus novelas me parecen maravillosas (algunas más que otras, todo hay que decirlo. Fantasmas del pasado me aburrió tanto que me entró la tentación de dejarlo a medias). Y es cierto que todas hablan del amor. Así que me alegré cuando, al adentrarme en la trama de Solo nosotros dos, me di cuenta de que sabe contar historias que van más allá.
La novela que nos ocupa es de amor, sí. Pero no del amor que siente un marido por su mujer. Habla del amor que un padre profesa por una hija. Así que, ya veis, Sparks nos regala esta vez una novela que nada tiene que ver con lo que normalmente suele ofrecernos. No sé si esto es mejor o peor. Por una parte, es cierto que el que decide abrir un libro de Sparks lo hace porque quiere vivir una historia de amor de esas que desgarran. Pero, por otra parte, nos demuestra que es capaz de escribir otras crónicas que pueden ser igual de bonitas pero ambientadas en un contexto diferente.
Russel está casado con Vivian. Viven una vida idílica, de cuento. Acaban de comprar una casa preciosa y su negocio va viento en popa. Así que cuando Vivian le dijo que está embarazada, a pesar del vértigo momentáneo que sintió en el estómago, no pudo evitar alegrarse, sabiendo que ser padre sería una experiencia maravillosa. Pero la verdad es que el trabajo apenas le dejaba tiempo para disfrutar de la pequeña London y su matrimonio se fue enfriando poco a poco, de manera casi imperceptible. Pasados cinco años, Russel, presa de la crisis, se ve despedido, con un montón de deudas, con una mujer que no le quiere y con una hija a la que apenas conoce. Tiene intención de montar un negocio, pero los riesgos son demasiado altos, así que cuando a Vivian le ofrecen un trabajo muy bien pagado, esta no se lo piensa dos veces. Hay que mantener el status que tenían. Pero aquel trabajo tenía un precio muy caro: los viajes serían constantes y la vida familiar prácticamente nula. Así que Russel empieza a ejercer realmente de padre. Comienza a conocer a London, esa pequeña princesa que tiene más cosas interesantes que contarle de las que él se creía. Y empieza a darse cuenta de que la quiere más que a nada en este mundo.
Por lo que Solo nosotros dos es una historia de amor, sí. Pero del amor que Russel empieza a sentir por su hija. Es una novela tierna, paciente y sosegada. Sin grandes giros ni sorpresas. Es como si Sparks metiera en una olla un montón de ingredientes y los fuera cocinando muy poquito a poco, prometiendo que al final nos dará un plato exquisito que nos dejará un estupendo sabor de boca.
Nos os voy a engañar, no es la novela que más me ha gustado de este autor (el nivel estaba muy alto, también es verdad), pero es una historia que me ha encandilado y que ha hecho que le cogiera cariño a Russel y a la pequeña London. Y al final, de eso se trata, de poder conectar con los personajes y sentir lo que ellos sienten. Y, en eso, Nicholas Sparks es un genio.