“Supreme”, de Alan Moore
Para muchos Alan Moore es Dios. ¿Qué digo Dios? Un panteón entero de dioses. Afortunadamente para mí, soy ateo y eso me permite afrontar Supreme con objetividad pagana. No negaré que me gustó Watchmen, que gocé con V de Vendetta, que me encantó From Hell y que me divertí con los dos tomos de La liga de los hombres extraordinarios (por favor, si solo habéis visto la horrible adaptación al cine hacedme caso y dadle una oportunidad al cómic. No os arrepentiréis). Mención aparte para la grandísima historia corta Batman: La broma asesina. Estas cinco obras que acabo de nombrar son referencias obligadas que cualquier lector, ya sea de literatura o de cómic, debe leer sí o sí.
Pero Moore también tiene obras que no me han gustado un pelo, como Promethea, Superman : Qué le pasó al hombre del mañana? y La Cosa del Pantano, ( a pesar de que de cuyas páginas emergió el glorioso John Constantine).
Como intro para situar a Moore entre los neófitos está bien.
Para hablar de Supreme hay que hablar de Superman. No he leído mucho del boy scout, soy más de Batman, pero entre lo poco que he leído, las cosas de las que te enteras por azar y comentarios en foros, podcast y otros recovecos del inabarcable mundo del friquerío, conozco algo del universo del kryptoniano, y puedo afirmar que Supreme es una copia descarada, y nada disimulada, de Superman. Todavía no tengo claro si es una parodia o un homenaje, hay momentos que hacen decantar la balanza hacia un lado y momentos que lo hacen hacia el otro.
Sin embargo Supreme no es invención de Moore, sino de un Rob Liefeld recién salido de Marvel, famoso por unos superhéroes hipermusculados hasta tal nivel de exageración que llegan a provocar risa. (Es memorable un dibujo en donde el Capitán América aparece tan cachas que parece tener tetas. Buscad en Google imágenes, buscad, buscad). Y es que Liefeld primaba el grafismo sobre la historieta. Cuarenta números aguantó Liefeld con un héroe hiperviolento hasta que propuso a Moore que se hiciera cargo del personaje, cosa que este estaba deseando hacer. Y tanto que lo deseaba: Moore moldeó al Superman que le hubiera gustado leer de niño. Borró de un plumazo, como si nunca hubieran existido, los cuarenta números anteriores de Liefeld gracias a una oportuna amnesia del personaje, y a partir de ahí comenzó a construir a su hombre de acero particular.
Pues bien, los dos tomos aquí reseñados, que además vienen en un práctico estuche contenedor, se corresponden con los números guionizados por Moore. ¿Y qué es Supreme exactamente? Pues un cómic de superhéroes a la vieja usanza. Si fue precisamente Moore quien con su Watchmen dotó de humanidad, “realismo”, oscuridad y cierta credibilidad a los superhéroes en esta ocasión se decidió por una vuelta a la inocencia y a las hostias como panes. Pero no sólo eso. Las historias que Moore idea para Supreme son muy entretenidas y aporta soluciones argumentales muy ricas y variadas, además de curiosas reflexiones y paradojas que hacen pensar al lector.
¿Alguna vez (seguro que sí, es una pregunta retórica) habéis visto como en función del dibujante o del guionista de turno, el traje de Superman o de Batman o de cualquier otro, añade o elimina detalles, tiene o no tiene un hijo, el batmóvil es así o asá…? Pues Moore tiene una explicación bri-llan-te nada más iniciarse el volumen 1, La historia del año, al definir la “Supremacía”. Sí, he dicho bien, Supremacía, porque aparte de ser un clarísimo homenaje a Superman, el vocabulario es, o yo así lo creo, otro homenaje a Batman: Supremecueva, Supremio, los suprématas, la ciudadela Suprema,…
En los dos volúmenes se nos cuentan historias cortas pero enormemente imaginativas, que, aunque en ocasiones pueda parecer que poco tiene que ver entre ellas, a lo largo de las páginas veremos cómo se desarrolla un arco argumental bastante bien tramado y en donde los episodios se van engarzando a la perfección. Son historias en las que aparecen también, con mayor o menor protagonismo, sendas copias de los aliados de Superman, sus enemigos, amigos, familia, el perro… y un montón de guiños a los tebeos del hombre de acero.
(Para muestra un botón. Viñetas que sirven para comparar los estilos gráficos variados. Imágenes gentileza de Debolsillo)
Por otra parte, la narración se alterna con flashbacks del pasado, y es ahí dónde el dibujo adquiere las formas, tonos y características de los cómics de los cuarenta, con un argumento pretendidamente ingenuo e infantil que consigue emocionarnos y contemplar la evolución tanto gráfica como de guión que ha experimentado el noveno arte.
Pero nos estamos dejando lo principal. ¿Merece la pena leerlo? Rotundamente sí. Es una lectura amena, divertida, tremendamente original y evocadora. El análisis del tema superheroico que hace Moore es algo que debería estudiarse en la escuela de guionistas de cómic. Supreme no solo es un homenaje a Superman; también lo es a sus guionistas y dibujantes y a toda una época.
Moore no es tonto, y todo lo que leemos en Supreme, absolutamente todo, está ahí por algún motivo. Aunque haya cosas que puedan parecer infantiles o demasiado increíbles (es un cómic de superhéroes, por favor, la suspensión de la incredulidad se da por supuesta),… es Moore, y todo está ahí por un sentido u otro. Y a veces por más de uno.
Y eso es todo, niños y niñas. Si no habéis leído nada de Moore esta sería una buena lectura iniciática. Y si ya conocéis algo de la obra del barbudo, no podéis saltaros este cómic. Pasaréis un buen rato. Garantizado.