Imagina que eres un niño de nueve años. Vives en una cabaña en un bosque de Nebraska con tu padre. Imagina que te encuentras en pleno apocalipsis o postapocalipsis, según se mire (aunque ni eres consciente de ello ni tienes ni zorra de lo que eso significa porque todo tu mundo se reduce a un bosque, al bosque, y no conoces nada más que lo que tu padre te ha enseñado para sobrevivir el día que él falte, y tampoco conoces a nadie más, por lo que no sabes cómo era el mundo antes). Más allá del bosque hay fuego e infierno, demonios y cosas malas y que dan miedo, y los árboles son la barrera que, dice tu padre, evita que el fuego entre y os queme, y por eso rezáis, para que algún día podáis los dos subir con mamá. Pero tú has estado al borde del bosque y no has visto ningún fuego. Solo nieve y postes telefónicos, que no sabes que son postes telefónicos, a los que tú llamas cruces caídas. Imagina que el “accidente” es un virus o enfermedad que acaba con todo humano tarde o temprano y que eso es algo sabido por todo el mundo. Imagina que tu padre te prohíbe salir del bosque por tu propio bien, para evitar a los cazadores de trofeos porque, oh, no lo he dicho, imagina que tú eres un trofeo. Tras el “accidente” los pocos niños que nacieron eran especiales: nacían con pieles, colas, cuernos… Imagina que tú, Gus, naciste con cuernos de venado. Eres un híbrido, como los coches que tampoco conoces.
Imagina que tu padre finalmente es víctima de la enfermedad y te quedas en la más absoluta de las soledades. Y poco tiempo después, dos cazadores casi te matan. Casi, porque te salva un hombre grande y fuerte que dice que te va a llevar a una reserva, sea eso lo que sea, donde te dice que estarás a salvo junto a otros niños híbridos como tú.
La extraña pareja que forman niño y hombre comenzará un viaje nada tranquilo con rumbo hacia esa seguridad, pero… ¿es ese hombre, el señor Jepperd, de fiar? Gus le ha visto hacer cosas malas pero no es malo. ¿O sí? ¿Abandonará la seguridad de su cabaña y saldrá de los límites del bosque rompiendo así la promesa que le hizo a su padre de permanecer en ella? Pero su padre le mintió también al decirle que fuera del bosque había cosas que resultaron no haber…
Lemire emprendió en 2009 uno de sus trabajos más personales con este Sweet Tooth. Tanto que se ocupó de guión y dibujo y dejó al madrileño José Villarrubia a cargo del color.
Lo que aquí se nos cuenta es una historia de supervivencia, una odisea, y, si algo nos ha enseñado Mad Max es que en todo viaje postapocalíptico en el que la sociedad se ha ido a la puta mierda y en donde cada uno se preocupa de salvar su propio culo, habrá peligros a mansalva.
Será un viaje tanto físico como de descubrimiento interior. Gus va a conocer la realidad exterior que le ha sido ocultada tanto tiempo pero también va a saber cosas acerca de su interior, de él mismo, de su pasado, cosas que su padre calló o alteró para protegerle. Por el camino las pasará putas, pero también tendrá algún que otro buen rato, hará amigos, madurará y dejará de ser el pardillo que era cuando salió de su pequeño mundo a medida. Pero más que nada, las pasará muy muy putas.
El ritmo delectura es rápido y cada cierto tiempo se produce un algo, un giro de guión o un suceso que te empuja a seguir leyendo una historia que, en este primero de los dos volúmenes de los que se compone la obra, parece tener todo bien atado.
El dibujo de Lemire, la verdad, no es muy elaborado y tira más bien a lo feísta sin pasarse, pero a mí me gusta, no me descoloca ni me saca de la historia. Es básico (sin ser esto un demérito; yo lo haría infinitamente peor), pero eficaz, y el color es de una potencia tremendísima que ayuda y complementa el trazo sucio y tosco de Lemire a la perfección.
Es posible que a alguien al ver en la portada a un chaval con cuernos le eche para atrás y piense que es otro cómic de mutantes. ¡Mal! Esto no tiene que ver con Lobeznos ni Magnetos, por si no ha quedado claro. Hay mutantes, pero sin poderes. Es otra clase de historia. A mí, y sin que tenga nada que ver, me ha recordado en algunos momentos a las sensaciones que me produjo la lectura de The Walking Dead. Pero, repito, nada tiene que ver esta historia tampoco con zombis.
Sweet Tooth es un cómic con el que disfrutar (y sufrir) si te dejas meter de lleno en sus páginas. Se lee con facilidad y con gula y a pesar de ser todo un tochazo, se te hace corto y quieres más, quieres saber sobre Gus, sobre su padre y… toda la verdad que está escondida ahí afuera esperando, ya que Mulder y Scully no van a presentarse.
La edición es en tapa dura, buena y con abundante contenido extra. Sin duda es un buen material que hará las delicias de los aficionados a las buenas historias, así que, dejad de imaginar tanto e id a hincarle el diente.