Todo el tiempo del mundo, de E.L. Doctorow
Defiende Doctorow que, a diferencia de la novela en la que la escritura es un acto de descubrimiento, el cuento es una situación preconcebida en la que los personajes y la trama se anuncian a sí mismos y su voz y sus circunstancias están decididos previamente y son inmutables, porque uno escribe un cuento a partir de una idea previa completa, no la va configurando según escribe. Puede que ese sea el único nexo de unión entre todos los magníficos cuentos que componen este Todo el tiempo del mundo, tan diversos en temática, estilo y ambientación que no son siervos sino de si mismos, que se rigen por sus propias normas narrativas y el grandísimo talento del autor se plasma en su capacidad para diluirse en la historia que cuenta, de manera que parece que se cuenta a sí misma.
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