Blancanieves debe morir, de Nele Neuhaus
En Altenhain, ese pueblecito idílico que ella creía aburrido y monótono, vivían monstruos despiadados, brutales, disfrazados de inocentes burgueses. ¿Les suena esa frase de Blancanieves debe morir? Desde la señorita Marple y su diminuto pueblo de Saint Mary Mead, uno de los grandes aciertos de la novela de misterio de las últimas décadas ha sido explotar el filón de los ambientes opresivos y engañosos de las comunidades pequeñas, los pueblos aparentemente idílicos donde todos-se-conocen-y-nunca-pasa-nada, pero que son en realidad bombas de relojería creadas a fuerza de muchos años, a menudo generaciones de odios enconados y encubiertos bajo la apariencia de la confianza y la buena vecindad.