Reseña del libro “Trilogía Fundación”, de Isaac Asimov
Me temo que ocurre con Fundación lo mismo que con Ulises, de James Joyce. Todo el mundo la cita como una de las obras maestras (de la ciencia ficción, en este caso), argumenta que estableció las bases de lo que vendría después y que cambió el curso de la literatura. Pero, paradójicamente, muchos apartan su lectura por considerarla una obra compleja, difícil de entender y de abarcar.
Quizá esta sea la oportunidad ideal para ponerse con ella. Recién publicado por Nova, nos llega en un único volumen la trilogía, por así llamarla, original, compuesta por Fundación, Fundación e Imperio y Segunda Fundación. Las tres, que vieron la luz primero como relatos cortos en la década de 1940, aparecieron en forma de novelas entre 1951 y 1953, y aunque Isaac Asimov retomaría la trama en 1982 y la estiraría con varias secuelas y precuelas, continúan siendo el corazón de este universo.
La premisa de Fundación es bastante conocida. El Imperio Galáctico domina el universo, por el que se ha expandido la raza humana. En su capital, Trantor, las intrigas en torno al poder ocupan tanto tiempo a los dirigentes como la propia gobernanza. Hasta que irrumpe en escena el famoso psicohistoriador Hari Seldon y, con una serie de cálculos basados en la psicología, la matemática y la historia, predice la caída irremisible del Imperio y la llegada de milenios de anarquía y barbarie. Al tiempo que predice el desastre, Seldon está convencido de poder reducir los tiempos oscuros a un solo milenio, un tiempo sustancialmente inferior al que arroja la predicción, si bien para ello es necesario establecer una Fundación que abarque todos los saberes humanos. ¿Podrá salir adelante con su empeño o se lo impedirán las disputas entre unas facciones y otras y la desconfianza de los políticos en su ciencia?
Fundación es una obra filosófica, que trata acerca del determinismo, individual y de las sociedades, y también histórica, al establecer un paralelismo con la caída de alguno de los grandes imperios, como el romano. Aunque se la suele incluir en la rama dura de la ciencia ficción, hay que reconocer que el estilo narrativo de Asimov es bastante sencillo. No se entretiene con vastas descripciones de ingenios mecánicos a lo Arthur C. Clarke ni se deja llevar por espectaculares escenas espaciales. De inicio la lectura fluye. El problema viene dado por el amplio espacio de tiempo que abarca la narración y por el hecho, derivado de su escritura inicial en forma de relatos separados, de los saltos que realiza el autor entre un tiempo y otro. Nuevos personajes aparecen en escena continuamente y aquellos que se mantienen aparecen primero muy jóvenes y luego ancianos, lo cual contribuye a que sean planos, meros instrumentos sin desarrollo individual. Eso unido a la práctica inexistencia de mujeres hace que la lectura se pueda atascar, más que la complejidad que siempre se le ha achacado.
¿Algo nuevo en esta edición? Hay que decir que la traducción viene a cargo de Manuel de los Reyes y es bastante reciente (si no me equivoco se trata de la versión ya publicada por Alamut hace menos de cinco años). Eso hace que sea natural, moderna, es de agradecer. Formato de tapa dura, con once ilustraciones acompañan al texto, obra de Gabriel Björk Stiernström, que también se ocupa de la de la cubierta. Espectaculares, llenas de sombras y de profundidad, para mi gusto captan perfectamente la intriga y la inquietud que pueblan el texto. Como decía, una buena oportunidad para saldar nuestras deudas con este clásico que perdurará no sé si milenios, pero seguro que algún siglo al menos.