Siempre vengo a recomendar libros, pero esta vez lo voy a hacer con cautela, porque creo que Un dios de paredes hambrientas, de Garrett Cook, no es apto para todos los lectores; más bien, solo para unos pocos.
No es que me esté poniendo yo modosita porque en este libro aparezca sexo explícito. Lo que quiero es avisar desde el principio de que en Un dios de paredes hambrientas hay escenas de sexo aberrante, hasta de necrofilia y coprofagia, para que ningún lector se lleve un susto después. Si, tras esta introducción, sigues aquí, tal vez seas el tipo de lector al que se dirige Un dios de paredes hambrientas.
Esta novela no solo va de perversión sexual, aunque sea un elemento importante de la historia, también hay terror, mucho terror. Seguro que has visto y leído decenas de historias sobre casas encantadas. Un dios de paredes hambrientas es precisamente eso, pero, a la vez, algo distinto, original. Y es que, en esta ocasión, es la propia casa la que nos relata lo que acontece entre sus paredes.
Por supuesto, hay golpes en las puertas y cadáveres que de repente aparecen en los armarios. Pero esta casa no se conforma con esos sustos fáciles: en ella manda un dios y, como tal, requiere sacrificios y resarcimiento. Todo ser humano que cruza su umbral es suyo hasta el final. Comienza jugando con su mente; luego abusa de su cuerpo; y aun si cruza todos los límites y lo lleva a la muerte, continúa bajo su dominio. Por eso, además de Micah, Leah, Kaz y el chico nuevo, Brian, los fantasmas de anteriores habitantes todavía vagan por las estancias de esta casa malévola, fieles acólitos de la obra de su dios. Alguno hay que se resiste, pero este dios no piensa permitir la insubordinación.
Si tuviera que catalogar yo Un dios de paredes hambrientas, seguramente lo haría como terror. Pero en la misma portada y en las páginas finales me aclaran que se trata de una novela bizarra. Y creo que es mi primera vez con este género, porque no he leído nada así de heavy, si acaso, Nefando, que también es una historia que toca las teclas más delicadas del sexo y la miseria humana.
En español, bizarro siempre ha significado valiente, generoso, espléndido. Pero por un calco del inglés y el francés, últimamente todo el mundo lo utiliza como sinónimo de raro, incluso de sórdido. Tanto se ha generalizado este uso que la Academia de la Lengua ha empezado a torcer su brazo. Y es justo esa nueva acepción la que encaja con el género del mismo nombre y, en consecuencia, con Un dios de paredes hambrientas. A veces es repulsivo, grosero, sangriento, pornográfico. Otras veces, surrealista, inteligente, profundo. Y, en todo momento, una ida de olla de Garret Cook tan bien escrita que consigue cautivar, pese a ponernos el estómago del revés. Y eso, no hay que negarlo, tiene mucho mérito. Así que sí: recomiendo Un dios de paredes hambrientas. Al menos, a aquellos lectores que se atrevan con la literatura outsider, esa que no entiende de convencionalismos ni moralidades.