Un hombre

Un hombre, de Oriana Fallaci

Con trazo rápido, casi ilegible, después de la pregunta, anoté la respuesta. “Oriana Fallaci” decía el pequeño post- it en mi agenda. Quizás por lo que contaba, quizás por cómo lo hacía. No sé, el hecho es que el día que mi compañera de curso expuso su tarea supe que quería leer algún libro de la autora y sabía que a ese título no me lo iba a olvidar. Sabía que era difícil de conseguir pero esas vueltas que tiene la vida –tan inesperadas e inexplicables-mi compañera pasó a ser mi amiga y de amiga pasó a ser de las mejores, de las cercanas. De esas que son de por vida. Gracias a ese vínculo el libro me esperó, en su biblioteca, hasta que me decidí. Había logrado que los dedos de mi amiga se aflojaran y lo dejara ir por unos días, cosa que sucede con ¿Tres personas en el mundo?, tiene su razón: Un hombre de Oriana Fallaci es su libro favorito.

Atreverse a leer la letra minúscula y el ladrillo que supone, requiere cierta preparación que nos abandona cuando leemos la primera hoja. El hechizo de la escritura de la Fallaci hace de las suyas y quedas atrapado. No importan las ideas que tengas, a favor o en contra, que percepción tengas sobre ella pero Un hombre tiene todo para convertirse en favorito.

Alexandros Panagulis –Alekos- es el protagonista, a quien honra el libro. Revolucionario griego, llevado a prisión por intentar atentar contra la vida del dictador Papadopoulos en 1968. Oriana Fallaci se encargó de entrevistarlo luego de los años en que fue torturado, en donde no vio la luz y el espacio estaba reducido a unos pocos pasos.  Es en ese encuentro que estas dos personas de carácter tan fuerte se enamoran y Fallaci se convierte en su compañera de sueños, lucha y sed de política.

El prólogo resume la suerte de alguien apasionado por sus ideas, de alguien que ya sabía la suerte que iba a correr porque sólo la muerte terminaría de provocar el reconocimiento de los griegos hacía Panagulis. No estoy revelando nada que la Fallaci no cuente en sus primeras páginas, durante el funeral. Después le sigue el día que decidió atentar contra el jefe militar y como terminó por marcarlo de por vida.

Cuando leí Nada y así sea descubrí que a la guerra no hay que vivirla para entender y temerle como si uno estuviese ahí. Con Un hombre se me cayó otro argumento: Siempre creí que al amor era casi imposible describirlo con palabras al punto de entender lo que genera en los seres humanos. Fallaci le pone palabras, lo define, reflexiona sobre él y lo vuelca delante de los ojos del lector, quien termina comprendiendo la magnitud que provoca esa pasión en dos personalidades tan fuertes y seguras de sus convicciones. Y toda la historia de ellos dos se condensa en el episodio más fuerte del libro que obliga a detener la lectura.

Después de Un hombre, sólo quería leer algo light. Quería que se me fuera la angustia y la ansiedad que me provocó su lectura, una ansiedad que no quería que se acabara tampoco. Donde el sueño tenía que pelear su batalla para hacerme dejarlo a un lado y ni mi celular recibía atención alguna.

Si hay algo que aprendí tras leer cuatro veces a la Fallaci, es que hay que espaciar sus lecturas. Así se las disfruta más, sus reflexiones perduran en la cabeza mientras se toma otro libro. Y me queda disculparme con mi amiga, la fiel admiradora de este título, quien se muestra tan recelosa que mi derecho a reseñarlo fue puesto en duda por su pequeña obsesión basada en que nadie conozca este libro quizás porque teme a las múltiples análisis de algo que sólo se resume al amor intenso de ellos dos. Contrario a mí, que mientras leía no podía esperar a escribir, intentando transmitir el valor de un libro que esperaba que un día tomara coraje para descubrir que su extensión se vuelve imperceptible frente a la magistral escritura de una mujer enamorada de un amor cuyo destino se sabía trágico.

Rosario Arán (rosearan@librosyliteratura.es)