De niños creemos que el monstruo se esconde debajo de la cama. Lo malo es que, de mayores, nos lo encontramos al abrir los ojos, sin manta a mano que actúe como escudo infranqueable. Tendemos a menospreciar los miedos infantiles, a empequeñecerlos frente a los problemas de la vida adulta. Pero ¿qué pasa cuando un niño ha de enfrentarse al monstruo que le acecha cada noche y a los que le esperan al despertar?
Un monstruo visita a Conor O’Malley. Aunque Conor solo es un niño de trece años, no teme a ese ser de treinta metros que surge del milenario tejo de enfrente de su casa. Y es que Conor O’Malley cada día ve cosas peores: su madre consumiéndose por el cáncer; Harry, Sully y Anton esperándole cada recreo para darle una paliza; las miradas y comentarios de la gente compadeciéndole. Un árbol que le cuenta historias estúpidas sobre príncipes, hombres invisibles y destrucción es lo que menos necesita cuando están pasando cosas más importantes. Pero el monstruo regresa cada vez que el reloj marca las 00:07, para hacerse escuchar. Sus historias persiguen y muerden, como todas las buenas historias.
El poder de una buena historia se demuestra incluso en el origen de este libro, Un monstruo viene a verme. La premisa y personajes fueron creados por Siobhan Dowd, pero el cáncer no le dio tregua para que llegara a desarrollarlos. Patrick Ness recogió el testigo porque sintió que esa historia debía ser contada, pero no creó el libro que Siobhan Dowd hubiera escrito, sino el que le hubiera gustado leer; ese era el mejor homenaje que podía dar a la escritora fallecida. Lo que no esperaba es que su reinvención del libro llegara tan lejos: publicado en diecisiete países, galardonado con el Premio Nacional Galaxy (concedido por libreros), el Premio The Red House (concedido por niños) y la Medalla Carnegie al mérito literario. Sin olvidar a Jim Kay, el ilustrador de la novela, al que se le premió con la Medalla Kate Greenaway al mérito artístico. Sus magníficas ilustraciones en tinta son crudas y demasiado oscuras para lo que se acostumbra en las publicaciones dirigidas al público infantil.
La edición especial publicada por Reservoir Books convierte a este libro en un objeto de colección. Las ilustraciones de Jim Kay, que fluyen de una página a otra en secuencias largas e ininterrumpidas, formando un contínuum, y los apéndices «La historia del libro» y «Cómo se hizo la película» (con entrevistas a director y actores de la versión cinematográfica recién estrenada), ahondan en la novela y en el fenómeno mundial que ha desencadenado. Pocas veces he tenido entre mis manos una edición tan hermosa y eso ha contribuido a que me enamorara de la historia.
Un monstruo viene a verme habla de enfrentarse a la pérdida, pero no desde la pena, sino desde la tristeza y la ira; solo quien las ha sentido sabe el abismo que media entre ellas. Habla también del monstruo que habita en nuestro interior, ese que no nos convierte en malos, sino en más humanos. Habla incluso de lo que es ser niño y dejar de serlo, con toda la incertidumbre que eso conlleva. Y sobre todo habla del miedo, ese miedo que es el mismo para niños y adultos, aunque se mude de disfraz para seguir atormentándonos.
Esta novela se merece todos los elogios que ha recibido. No porque sea una obra maestra, sino porque tiene esa capacidad de conmover al lector que, seguramente, la convierta en un clásico moderno de la literatura infantil y juvenil. Esta etiqueta no debería alejar al lector adulto, porque Un monstruo viene a verme es una buena historia y, como tal, puede gustarle a todo el mundo. Tiene los ingredientes para caer en la moralina y la lágrima fácil, pero no lo hace. Con un lenguaje sencillo pero certero, da donde más duele: la verdad a la que tarde o temprano nos enfrentamos, ese monstruo al que todos tememos. La emoción que aflore con su lectura no dependerá de la edad, sino de lo vivido. Para algunos lectores, el monstruo será una estremecedora revelación, y para otros, un viejo conocido, lo que lo hace, si cabe, más aterrador.
P. D. Todos los royalties generados por los libros de Siobhan Dowd, incluido este, van a parar a la fundación que lleva su nombre, con el fin de acercar el placer de leer a niños y jóvenes que tienen un acceso limitado o nulo a los libros. Una razón más para conocer esta gran historia.
Tengo ganas de leerlo, aunque por otra parte tenía miedo de que me decepcionara. Después de leer tu reseña voy a darle una oportunidad. Si me lo termino leyendo, ya te comentaré.
A mí me gustó más de lo que esperaba. Su preciosa edición contribuyó a ello. Si lo lees, espero tus impresiones.
Un saludo.