Todos sabemos que el verano es de las mejores épocas para leer libros pendientes, sobre todo por el tiempo libre, la tranquilidad y la relajación que dan las vacaciones o las reducciones de jornada en los trabajos. Por eso, sabía que esta sería la mejor época para leer este libro de cuentos de los grandes escritores de la literatura rusa. Y debo admitir que aunque apenas he leído a este conjunto de autores, este libro ha sido una gran oportunidad de empezar a conocer mejor su obra.
Un siglo de cuentos rusos reúne los mejores relatos de Pushkin, Gógol, Turguénev, Dostoievski, Tolstói, Leskov y Chéjov. Pero poco tienen en común, excepto la calidad con la que han sido escritos y un tema que abordan en casi todos ellos: la moralidad. Aunque quizás sea un concepto muy distinto al que encontramos hoy en día, se describen situaciones y realidades propias del siglo XVIII o XIX, que ayudan a entender un poco más la sociedad rusa, sus costumbres y las formas de vida de sus gentes.
Después de leer todos estos cuentos, y más allá de fijarme en las historias, creo que esto es lo que más me ha gustado del libro. Me ha parecido increíblemente interesante conocer los escenarios elegidos por estos grandes escritores y, sobre todo, saber cuáles eran sus entornos y las personas con las que se movían, que al final quedan reflejados en sus historias.
En cuanto al estilo, me ha encantado leer a todos y a cada uno de ellos. Son muy diferentes y quizás aquí está lo más enriquecedor de esta recopilación, pero he podido aprender de todas y cada una de sus narraciones. Y probablemente, otra de las cosas que más me han sorprendido, es que los cuentos de Tolstói no han sido mis favoritos y han sido con los que más me ha costado empatizar.
Mi favorito, sin duda, ha sido Dostoievski, y debo admitir que hasta ahora no había leído nada de él. Creo que sus cuentos, sus personajes y las situaciones que viven son con las que más identificada me he sentido. El motivo seguramente esté en los temas que trata, como la soledad, el sentimiento de culpa o el sentido de la vida y las preguntas sobre nuestra presencia del mundo. Emociones y sentimientos muy humanos con los que es fácil sentirse identificado, los leas en la época que los leas. Me alegro mucho de haber conocido realmente a este autor, su estilo y su prosa, porque a partir de estos cuentos estoy segura de que leeré muchas de sus obras (empezando por Crimen y castigo o Los hermanos Karamazov).
Respecto al resto de los cuentos, hay algunos que se me han hecho muy densos y otros que me han sabido a poco. Es lo que tienen los cuentos, que te gusten más o te gusten menos sabes que serán breves. Y no soy muy lectora de cuentos, pero suelo elegir bien, porque los que elijo los termino y sé muy bien con cuáles quedarme. Este creo que ha merecido la pena.
Me alegro de haber elegido esta época para leer este libro, ya que hace falta tiempo para que las palabras calen, para conocer bien a estos autores y a una lectura que quizás no sea tan ágil como la que buscamos cuando apenas tenemos tiempo de leer y solo queremos una buena historia que nos aleje por un rato de los problemas del día a día. Porque estas historias no son de fácil lectura ni para leer en una sola noche, pero si sabemos escoger bien los momentos en las que leerlas y estamos lo suficientemente concentrados, podemos lograr una lectura reflexiva y sacar conclusiones de todos ellos.
Leer clásicos es siempre una buena idea. Puede que nos gusten más o nos gusten menos, pero lo que sí es seguro es que se aprende muchísimo, ya sea sobre lo que escriben como de la persona del escritor o el escenario en el que se basa. No puedo dejar de recomendar leer clásicos como este en vacaciones. Jamás defraudan.