Os voy a hablar un poco de mí. Me considero una persona bastante concienzuda a la hora de elegir un libro. Suelo recorrer las librerías al menos una vez a la semana, echar un vistazo frecuentemente a todos los boletines de novedades de las editoriales, leer y releer blogs de reseñas y visitar los canales de mis booktubers favoritos. Así, poco a poco, me voy haciendo una idea de lo que quiero leer y cuándo. Normalmente, cuando compro un libro escojo alguno de los que aparece en mi lista de “pendientes” —lista que es como la hydra de mitología griega: por un libro que tacho, aparecen tres nuevos—¸ así voy rellenando meticulosamente mi biblioteca personal.
Pero hay veces en las que llega un libro inesperado. Ya sea en una librería, en un rastrillo o a través de una página web. Un libro que hace que te enamores de su portada, del resumen o del epílogo que lees por encima. Y ese libro inesperado hace que te olvides de tu lista, de tus prioridades y del orden preestablecido. Llega y te dice: “añádeme a tu biblioteca”. Y tú no puedes más que hacerle caso y llevártelo a casa. Algo así me pasó con Un verano en la Provenza. Dicen que no hay que juzgar a un libro por su portada, pero… seamos honestos, no me podréis negar que tiene una portada preciosa, con unos colores que invitan a sentarse debajo de la sombra de un gran árbol, en un día soleado de verano, con un gran refresco a nuestro lado y con el piar de los pájaros como única compañía. Yo he tenido suerte y podido leer el libro exactamente como os acabo de describir, disfrutando de cada página que iba pasando y desconectando del trabajo y los exámenes que se acercan peligrosamente; y ya, solo por eso, me alegro de haberme dejado llevar por el impulso, aunque sea por una vez.
Este libro habla de Monique, una periodista parisina cuyo mundo perfecto e ideal se viene abajo cuando un paparazzi le hace unas fotos comprometidas y las publica en todos los medios franceses. Movida por la angustia y la vergüenza, decide irse una temporada a la Provenza, a la casa de su tía, donde pasó todos los veranos de su infancia. Allí se reencontrará con viejos conocidos y con amores a duras penas olvidados, que harán que Monique se replantee su modo de vida y ordene su lista de prioridades. Pero también encontrará una nueva motivación: en un cajón desahuciado hallará un diario escrito por la antigua dueña de la casa. Entre sus páginas, ya roídas y amarillentas por el paso del tiempo, descubrirá una historia de amor sucedida entre bombas y cámaras de gas, cuyo fruto fue una preciosa niña que vivió avergonzada por haber nacido del amor entre una francesa y un alemán. Esta historia, desgarradora a ratos, le servirá a Monique de inspiración para lanzarse a escribir su primera novela.
Un verano en la Provenza es un libro sencillo, que se lee rápido y con avidez. A momentos tierno y a momentos erótico y salvaje, es ideal para dejarse llevar por las campiñas francesas y desconectar del mundo frenético en el que vivimos. Dicho en otras palabras, sirve para echar el freno; para parar, respirar y olvidarse de todo. Olivia Ardey, de origen germano, ya es experta en esto: lo demostró en Dama de tréboles y Regálame París, donde el amor y el romance eran los ingredientes principales.
No sé si sigo siendo partidaria de que no se debe juzgar un libro por su portada o no, pero está claro que con este he acertado. Y, aunque este verano no me haya podido ir de vacaciones y nunca haya estado en la Provenza, Olivia Ardey ha conseguido transportarme a los campos de lavanda, donde los colores lila y celeste, como en la portada, son los protagonistas.
¡Muchísimas gracias! Me hace mucha ilusión saber que has disfrutado con la historia. Un beso.
¡Muchas gracias a ti por hacer que pasara tan buen rato! En serio, he agradecido encontrar un libro con el que “echar el freno”, que me ayudara a relajarme y a dejarme llevar. ¡Y mucho mejor si el viaje es por la Provenza!
Tal y como tú dices hay libros que se cuelan y gritan desde la estantería: “leemeeee” y este la portada y tu reseña realmente me ha conquistado. Mañana me voy de cabeza a comprarlo. Yo es que soy más de carácter impulsivo jejeje.
Te dejo la dirección de mi blog por si quieres darte un paseito.
Un saludo!!
Cristina
¡Qué suerte que seas de carácter impulsivo! Yo con los libros (sobre todo) me tengo que medir, porque sino… imagina lo que puede pasar: mi tarjeta de crédito a cero y buscándome un sitio donde dormir porque ya no habría espacio en mi habitación con tanto libro. Ya me contarás que te ha parecido. Me voy a pasar ahora mismo por tu blog. ¡Nos leemos!