Una ciudad asediada, de Margaret Oliphant
El relato tiene mucho de crítica social, de rechazo al materialismo, pero, pese a lo que pueda parecer, no es tanto la religiosidad como la espiritualidad lo que reivindica, no son los personajes que creen los que obtienen el don de ver, de comunicarse con sus seres queridos, sino los que aman. Los que no se aproximan a los muertos desde el amor y la humildad, sino que lo hacen desde la arrogancia de la verdad absoluta de sus credos o sus ideologías, no logran verlos ni oirlos, y en este sentido creo que es un libro tan original como valiente para su época.
La autora ambienta la historia en un pueblo francés, probablemente para que sus lectores británicos pudieran leer la historia con una cierta distancia, sin sentirse objeto directo de crítica, pero pese a ello el libro no podía ser más inglés, el estilo fluido y elegante, la urbanidad y la capacidad de narrar sin estridencias incluso la más angustiosa de las situaciones y el realismo sereno pero crítico (sí, se puede ser realista en una historia de fantasmas) que despliega la autora en esta historia son herramientas muy británicas. Me recuerda en cierta medida a Chesterton, aunque su enfoque es menos moralista y tal vez algo más sentimental.
Tuve la impresión de que aquel cuarto se encontraba libre de la atmósfera de misterio reinante en el resto de la casa. Un pañuelo, un anillo, pueden parecer poca cosa, pero bastaban para prestar calidez al lugar. En la habitación de mi Agnés hay un pequeño altar, más sagrado que la más sagrada de las capillas. Figura en él un retrato de nuestra pequeña Marie. Suele hallarse cubierto por un hermoso velo, finamente bordado. Mi Agnés no siempre es capaz de ver el rostro del ángel que Dios le arrebató. Bordó el velo con lirios, flores blancas y virginales; y ninguna mano, no siquiera la mía, tiene permitido abrirlo. ¿Y qué fue lo que vi? El velo había sido apartado. El rostro de la niña me miraba desde el otro lado de la cama de su madre, y apoyada en el marco descansaba una rama de olivo de plateadas hojas.
Me doy cuenta de la aparente contradicción de lo que voy a decir, teniendo en cuenta que la historia es la de los habitantes de una ciudad que se ven obligados a abandonarla porque ésta es invadida por los espíritus de sus muertos, pero su lectura es tremendamente reconfortante, uno se siente bien en compañía de esos muertos, tanto como en la de esos vivos, y no es que tenga yo una especial predilección por la necrofilia pero es que esta es una novela diferente y especial hasta en eso. Tal vez me equivoque y haya en realidad otras obras similares, el de los fantasmas no es un género que domine, pero en lo que sin ningún lugar a dudas acierto es en que para cualquier lector que desee comprobarlo será un placer tanto darme la razón como lo contrario, porque no es en eso, sino en la lectura en sí misma donde reside el placer que sin duda obtendrá quien se acerque a esta obra.
andresbarrero@vodafone.es
Justo antes de leer tu reseña escucho en la radio que la gente espiritual es .as feliz…
Muy interesante este libro, y aunque soy un poco miedica creo que me gana la curiosidad
Un abrazo!
No sé si la gente espiritual es más feliz o no, tampoco creo a ue haya relación directa entre ambas cosas, pero el libro es ub buen libro y seguro que disfrutas leyéndolo.
Un abrazo,
Andrés
“uno se siente bien en compañía de esos muertos,”
Eso es literatura! que alguien logre romper con lo que debería ser!
¿A ti no te pasa que scribes algo que te pasa desapercibido y cuando alguien lo destaca piensas “vaya, pues está bien esa frase”? A mi me pasa mucho, es un privilegio ver algo que has escrito con los ojos de quien lo lee, percibir lo que le ha llamado la atención, y es lo que me has regalado al destacar precisamente esa frase de los muertos. Gracias.
Un abrazo,
Andrés