Vida de una mujer amorosa

Vida de una mujer amorosa, de Ihara Saikaku

Los antiguos decían: una mujer hermosa destroza la vida como un hacha.
Cuando al caer la tarde, el ser de la flor y del árbol se marchitan, ya no queda
más que madera y hojas secas para la hoguera, y nada escapa a la quema. Aunque
la tormenta de la juventud se produzca prematuramente, ¿no resulta estúpida la muerte
del joven que se ha hundido en la senda de la voluptuosidad?

Enfrentarse a un libro como este, escrito por Ihara Saikaku a finales del siglo XVII, requiere de cierto esfuerzo de aclimatación, por el mundo que retrata y por la forma de hacerlo. No obstante si algo puedo asegurar es que el esfuerzo se verá ampliamente recompensado. El argumento es llamativo: unos viajeros encuentran una cabaña habitada por una anciana y se refugian en él. La mujer les cuenta su vida, y no resulta ser una vida cualquiera, sino que es un estudio meticuloso de las diversas variantes de la prostitución en el Japón feudal. Y es asombroso comprobar cuántas eran y cómo de estructuradas estaban estas categorías.La protagonista de Vida de una mujer amorosa comienza su periplo por el “mundo flotante”, como ella lo llama, como Tayu, esto es, en el más alto de los rangos y poco a poco va descendiendo en el escalafón retratando por el camino las diversas clases, usos y costumbres de la sociedad japonesa. Resulta sorprendente cómo casi todo, desde la tarifa a la indumentaria, estaba reglado, casi se podría decir que cuadriculado, con ese sentido del orden tan nipón que confiere un cierto atractivo a su literatura y del que no escapa ni la propia estructura del libro, dividido en seis libros de cuatro partes cada uno con una breve introducción y un inventario. Probablemente esa concepción casi geométrica de la vida tenga algún sentido no sé si zen, pero lo cierto es que, hablando de este tema, el contraste es ciertamente llamativo.

Supongo igualmente que resulta difícil imaginar cuantos rangos podían llegar a existir en la vida flotante, el oficio más antiguo del mundo, por lo que se ve, en Japón también fue el más diverso, pero desde el momento en que no sólo incluye burdeles sino que el abanico da cabida a casas de te, casas de baños, casas particulares, monasterios (de incógnito, sí, pero también como monjas) o la propia calle y que a veces es el oficio principal pero otras un servicio más que se presta o, porqué excluirlo, la propia y libre voluntad de la narradora, uno podría empezar a hacerse una idea. Pero si empezamos a considerar variables como el peinado, la longitud de las mangas del kimono, la tela del obi, los protocolos, la comida que se sirve y, claro, el precio, uno empieza a tomar conciencia de la verdadera dimensión de lo que abarca la mirada de esta mujer amorosa.

La Vida de una mujer amorosa, la de esta en concreto, si la tuviésemos que medir en, por así decirlo, experiencias profesionales (más de diez mil, según confiesa), fue fructífera, pero no parece un rasero especialmente interesante para valorar la vida de una persona y por mucho que en ella hubiera momentos de alegría, el retrato de su propia vida, como el de la sociedad que retrata a través suya, es amargo. Sólo en momentos puntuales el deseo sexual que la protagonista siente hacia alguna persona concreta, no necesariamente cliente, puede confundirse con un remedo de sentimiento, la voluptuosidad recuerda a la protagonista que está viva en un mundo de una frialdad y una insensibilidad inconcebibles. No en vano la protagonista, por despecho, es capaz de matar a un amante por extenuación gracias a sus artes amatorias en un periodo sorprendentemente breve de menos de un año: el amor y la muerte de la mano.

Sin embargo nadie debe llevarse a engaño, nos es este un libro de literatura erótica sino que más bien es un relato costumbrista y es, además, literatura japonesa clásica, y no se puede decir unas palabras sobre este libro de Ihara Saikaku sin referirse a esos momentos puntuales de lirismo de terrible belleza que, precisamente por florecer en un medio tan amargo, sacuden al lector y le reconcilian con esa literatura oriental que combina tan sabiamente sensibilidad y brutalidad.

Finalmente hay otro componente importante en el libro, el canto a la belleza de la juventud que, no obstante, se transforma en un elogio de la madurez que, con la edad, incluso en casos aparentemente perdidos como el narrado en Vida de una mujer amorosa, trae de la mano a la sabiduría.

Cuando el año declina, miríadas de árboles duermen en las montañas y las copas de los cerezos se cargan de nieve. En esos días del año, esperamos también las primeras auroras de la primavera; nada hay de extraño o inesperado en el ciclo de las estaciones, sólo los hombres se angustian al experimentar el paso del tiempo.

Andrés Barrero
andres@librosyliteratura.es

 

Título: Vida de una mujer amorosa
Título original: Koshoku Ichidaionna
Autor: Ihara Saikaku
Traducción: Daniel Santillana
Editorial: Sexto piso
Páginas: 244
Fecha edición: 2013
ISBN: 978-84-15601-12-8

 

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