Hay pocas cosas más serias que el humor, aunque a simple vista no lo parezca. Todos hemos utilizado la ironía, la burla o el sarcasmo para enfrentar una situación en la que nos sentíamos en desventaja o para evadirnos de nuestros miedos. El humor es una forma de crítica que, bajo la coraza de la broma, ataca aquello que ponemos en el punto de mira. No siempre es políticamente correcto, por eso resulta tan liberador: es el recurso que empleamos para atrevernos a decir lo que hemos callado por largo tiempo, lo que otros siguen callando.
El humor es un arma y los artistas gráficos lo saben bien. A menudo han recurrido a él para reírse de la sociedad de su tiempo o retratar los aspectos más dramáticos de la especie humana. A través de la evolución de las ilustraciones, viñetas y fotomontajes podemos contemplar el devenir histórico de los últimos siglos, gracias a los personajes y acontecimientos que los caricaturistas satirizan con sus afiladas plumas. Y ese peculiar recorrido por la Historia es el que nos ofrece Roberto Fandiño en 50 viñetas que cambiaron el mundo.
Roberto Fandiño es un profesor que ha encontrado en las caricaturas la forma de conectar con sus alumnos para hacerles comprender el pasado y despertar su espíritu crítico. Apuesta por las ilustraciones como fuentes históricas, ya que, a la vez que representan un hecho, muestran la interpretación que el artista hizo de este. Al observarlas siglos después, a veces es difícil desvelar su contexto, sus intenciones y el público al que se dirigían, por eso Fandiño contextualiza cada una de las cincuenta caricaturas y nos ayuda a entender todos sus elementos, pues en las viñetas ningún detalle está puesto al azar.
50 viñetas que cambiaron el mundo es un libro serio que habla de humor. Su lectura requiere de ciertos conocimientos previos de Historia para sacar mayor partido a las breves explicaciones de Roberto Fandiño, escritas con un lenguaje bastante literario que enriquece aún más la compilación de caricaturas que recorre los últimos trescientos años (desde la Revolución francesa hasta el mandato de Obama). Todo ello hace de este libro un valioso documento de reflexión histórica, al permitirnos contemplar el pasado desde el punto de vista de los artistas de la época y reinterpretarlo con las claves que nos ha aportado el paso del tiempo. Para mí ha sido sorprendente comprobar lo proféticas que fueron muchas de esas viñetas, alertando de las consecuencias que derivarían de determinadas acciones, aunque, por desgracia, nadie las tomara en serio. La eterna paradoja del humor.
Decía Dario Fo que el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos. Desde siempre, los caricaturistas han recurrido al imaginario colectivo para crear mensajes claros y directos, fáciles de recordar, con los que han puesto en evidencia las miserias y las hipocresías de los poderosos. Armados con una pluma, estos artistas han cuestionado las versiones oficiales, han vuelto didácticas los asuntos políticos enrevesados, han despertado simpatías u odios contra personajes emblemáticos… En definitiva, han conquistado a la opinión pública para invitarle a reflexionar y movilizarse; y, a eso, los de arriba no le ven la gracia.
Pero quienes más en serio se toman el humor son los que se dedican a él. A lo largo de la Historia, aun resguardándose bajo la libertad de expresión, han sido perseguidos, multados, encarcelados o asesinados. Algunos de los casos más recientes son los de Atena Farghadani o Charlie Hebdo, en la memoria de todos. 50 viñetas que cambiaron el mundo es un homenaje a esos caricaturistas por sus ingeniosas representaciones de los acontecimientos históricos y su lucidez para explicárselos a las masas; y, sobre todo, por seguir dibujando, aun poniendo en riesgo su propia vida, porque alguien tiene que decir lo que tantos callan.
Los lectores, tras leer 50 viñetas que cambiaron el mundo, deberíamos aprender a enfrentarnos a nuestro pasado, presente y futuro con el espíritu crítico e irónico de estos caricaturistas. Porque reírnos de nosotros mismos y de lo que nos rodea nos hace libres… y más inteligentes.